A raíz de la primera sesión del Foro Mundial de la Juventud de 1996, las Naciones Unidas declararon en 1999, el 12 de agosto como Día Internacional de la Juventud. La República Dominicana como miembro de la ONU conmemora con diferentes eventos este día.
A propósito de esta efeméride de hoy, creo válido preguntarse ¿Qué está pasando con la juventud dominicana? A seguidas veremos que en nuestro país hay hegemonía de una imagen de juventud (la de clase media y media-alta) frente a la imagen juvenil popular. Esta última es víctima de un estereotipo: por un lado, en su rol de sujeto, se le percibe como una especie de «demonio» que hay que encarcelar, y, por el otro, como simples números más en las estadísticas que hablan de pobreza y desigualdad.
Ciertamente, los jóvenes dominicanos ostentan un lugar ambiguo entre receptores de políticas públicas y protagonistas del cambio. Seguimos siendo buenos para rellenar cifras, para ser destinatarios de promesas politiqueras y para ser víctimas de experimentos de una institución que lo menos que hace es promover políticas públicas a favor de este importante segmento poblacional.
De ahí que sea preciso redefinir lo que es la juventud para el Estado dominicano. Los jóvenes superan adversidades, aportan entusiasmo y creatividad a los procesos y como tales tienen mucho que aportar en la modernización de la nación dominicana, aunque para esto ameritan acceso a educación, salud y oportunidades laborales.
Los jóvenes enfrentan con flexibilidad el desafío de las innovaciones tecnológicas y las transformaciones productivas. Ingresan masivamente a la UASD en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.
La responsabilidad es histórica, de ahí que sean ellos quienes tienen que continuar la iniciativa de aquel domingo 16 de Julio de 1838, día en que se fundó la Trinitaria, porque fue justamente un Duarte joven, apenas contaba con 25 años de edad, quien tuvo el sueño de libertad para todos los dominicanos.
Los jóvenes debemos que, con los recursos que tengamos: iglesias, clubes culturales y deportivos, asociaciones de estudiantes, ONG´s , entre otros, demandar una mayor voluntad política para que se gobierne a favor de este sector.
Ya ha quedado demostrado que cuando la sociedad se une en un reclamo serio y organizado la clase política escucha y cede. De esa misma manera hace falta reclamar el fiel cumplimiento de la Ley General de Juventud 4900 y de toda legislación que apoye y defienda la participación de la juventud, procurando con esto eliminar de una vez y por toda la indignante realidad de ser parte de las estadísticas de acciones delictivas, narcóticas o de cualquier otra delincuencial. La juventud dominicana es más que eso y así deben entenderlo la clase política, empresarial y, sobre todo, los mismos jóvenes.