Por Fran Sánchez Becerill
La relación entre las noticias negativas que ofrecen los medios de comunicación y la demanda que hacen de estas los ciudadanos es una pescadilla que se muerde la cola. Un estudio de la Universidad de McGill demuestra este interés mayoritario de la población por la información pesimista, aunque esta sea peor para su bienestar psicológico. Ante un panorama mediático enfocado al dram, el periodista Alfredo Casares (Pamplona, 1968) aporta una imagen esperanzadora sobre el futuro del sector en su nuevo libro, ‘La hora del periodismo constructivo’ (Eunsa). En sus páginas lleva a cabo un exhaustivo análisis de medios de todo el mundo para ilustrar los efectos beneficiosos de un periodismo más constructivo en la sociedad, los periodistas, los estudiantes de periodismo y los editores de medios.
Su libro lleva como subtítulo «El poder transformador de la información orientada al futuro y a las soluciones». ¿En qué consiste ese poder transformador?
En un escenario que tiene dos componentes muy claros: la negatividad estructural y el clima de división social de polarización. El poder transformador reside en la capacidad para inspirar, conectar personas, descubrir y actuar. Normalmente, los medios cuentan solo una parte de la realidad, centrándose mucho más en lo que va mal, lo que no funciona. Pero si solo trabajamos desde la denuncia estamos alentando una transformación social desde el miedo y la indignación, con gente enfadada porque hay corrupción, porque siente que se incumple la ley o con miedo de lo que va a venir; desde ahí es muy difícil cambiar la sociedad. Sin embargo, tenemos la posibilidad de transformarla desde esa información rigurosa de las respuestas que hay en marcha para resolver nuestros problemas. Transformarla desde la curiosidad, la imaginación y la acción social. Y es el periodismo el que lo logra haciendo visible esa otra parte de la realidad que no es tan frecuente en los medios y también involucrando a la ciudadanía, haciéndola partícipe del proceso de identificación, de los retos y de qué tipo de periodismo necesita.
Si observamos los medidores de audiencias de los medios, las noticias pesimistas y apocalípticas son las más demandadas por los ciudadanos, pero usted defiende que esto solo les deja «cercados por la crispación política, la desconfianza y el miedo». ¿Qué deben hacer los medios ante unos ciudadanos que demandan lo que es peor para su salud mental?
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No tengo tan claro que la gente demande estas noticias. Cuando a la ciudadanía se le ofrece contenidos que no son ese tipo, sino un periodismo más orientado al futuro, que huye de los estereotipos y trata de informar de una manera más completa, dedica más tiempo a ese tipo de informaciones. Muchos estudios demuestran que se sienten más interesados en los temas, reclaman más contenidos de ese mismo autor y de ese medio, generan conversación y compromiso. Se puede detectar cómo las informaciones constructivas y eventuales a las soluciones son una forma de generar suscripciones digitales e ingresos. Es una cuestión de apuesta editorial, de modelo periodístico. Personalmente, yo no me atrevo a decir qué tienen que hacer los medios o no, pero cada uno debe saber qué compromiso social tiene y qué tipo de periodismo quiere hacer en función de cuál crea que tiene que ser su oferta editorial y su modelo de negocio. Hay que hacer apuestas y proyectos claros: no digo cambiar un medio de arriba a abajo, pero comenzar con iniciativas que merece la pena probar y con las que nos llevaremos muchas sorpresas, porque la gente está un poco cansada de determinadas propuestas.
«El porcentaje de personas que evita consumir noticias sigue creciendo en España: ahora es del 35%, mientras que en 2021 era del 32%».
¿Hay una fatiga informativa instalada en nuestra sociedad?
Los datos nos dicen que el porcentaje de personas que evita consumir noticias sigue creciendo en España. Ahora es el 35%, según el informe de Instituto Reuters, y era el 32% el año pasado. También hay un dato muy claro desde el punto de vista de los estudios: casi la mitad de la ciudadanía, el 48% de los españoles, considera que los medios contribuyen a dividir a la sociedad. Todo esto es un cóctel que en el sector conocemos, pero no sabemos muy bien qué hacer y esa es la gran clave. Lo que el periodismo constructivo hace es desafiar esa perspectiva tradicional y lo que pretende es complementar la denuncia con otro tipo de periodismo que es igualmente riguroso, pero que nos ayuda a entender mejor la realidad. Y cuando lo miramos con esta óptica empezamos a tener otro tipo de conclusiones, porque también creo que hay una dificultad en cómo medimos el periodismo que hacemos: si lo medimos por clicks, si lo medimos por número de suscriptores…
En ese caso, ¿un modelo de muro de pago aumentaría la calidad periodística?
Es posible, pero no tiene por qué ser una condición o una consecuencia directa. Hay muchos modelos periodísticos que no tienen muro de pago y que son de muy alta calidad aunque se financien de otra manera, como los que se nutren de socios. Un medio que tiene un modelo comercial basado fundamentalmente en la publicidad y que tiene que hacer una migración hacia el muro de pago no tiene por qué beneficiar a los ciudadanos, sino que su objetivo es sostener el negocio. Pero si esa decisión empresarial tiene efectos positivos, desde el punto de vista de que haces un periodismo de mayor calidad porque te obliga que la gente pague, pues estupendo, aunque no creo que sea una decisión que los medios tomen para favorecer la información de calidad, sino para ese subsistir.
¿Son los medios realmente los culpables de la polarización o solo un instrumento para ello?
Hay claramente una polarización. Los medios lo que hacen muy bien es diagnosticarla, pero echo en falta que reflexionen y cuenten cuál es su papel en favorecerla o tratar. Podemos mirar a los políticos y a la ciudadanía, pero el papel que juegan los medios es importante: como altavoz del miedo, de las posiciones más extremas… Una vez que exista esa reflexión toca ver qué pueden hacer para tratar de rebajar la polarización o, al menos, no contribuir a ella. Lo que ocurre es que en España hay un exceso de información política clarísimo: los políticos tienen unos escenarios en los que dicen sus barbaridades con sus reglas y, además, tienen las comparecencias ante los medios de comunicación.
«Los políticos son capaces de decirse barbaridades en una tertulia y luego tomar un café; pero los ciudadanos no ven ese café».
Y luego hay otra cuestión muy relevante: cuando llevamos políticos a nuestros medios, especialmente en la televisión y la radio, se reproduce ese mismo frentismo, con unos políticos en un lado y otros en otro –incluso con unos periodistas alineados con un lado y otros por otro–, cosa que hace un flaco favor al periodismo, al rigor y a la independencia periodística. Es un escenario más que se les ofrece a los políticos para decirse las mismas barbaridades. Lo que nosotros como medios sí podemos controlar es qué ocurre dentro de nuestra casa. Es decir, cuando traemos políticos, controlar qué tipo de preguntas queremos hacer y qué queremos favorecer. El problema de esta espectacularización es que los políticos son capaces de decirse barbaridades en una tertulia radiofónica y luego tomar un café. Pero los ciudadanos no les ven tomar el café, solo ven y escuchan las barbaridades que se dicen.
En varias ocasiones ha hablado del «periodismo de soluciones». ¿Qué significa este término?
Es un rasgo del periodismo constructivo, que es esa mirada desafiante a la perspectiva tradicional y al rol tradicional de los periodistas. Y una de las herramientas que emplea es el periodismo de soluciones, es decir, analizar con mucho rigor las respuestas que se están dando en el mundo a los problemas y los grandes desafíos sociales. Respuestas que pueden tener mayor o menor éxito, incluso fracasar, pero que sobregeneran muchísimo aprendizaje colectivo que nos permite aprender de otros, ver que hay otros trabajando para resolver cosas y que además están teniendo determinados resultados. Nos conecta porque vemos esa inspiración y que nos anima a actuar. En resumen, consiste en informar, abordar, investigar los desafíos psicosociales y los problemas desde la perspectiva de las respuestas que se están dando para resolverlos.
«Cuando a la ciudadanía se le ofrece un periodismo que huye de estereotipos dedica más tiempo a ese tipo de informaciones».
¿El periodismo de soluciones sirve para todo tipo de coberturas o hay temas más sensibles como, por ejemplo, la emergencia climática?
El periodismo de soluciones trata de contar iniciativas con el mismo rigor con el que se cuentan las investigaciones para denunciar, analizando en qué consiste exactamente lo que se está haciendo y qué resultados está teniendo con evidencias independientes. En este sentido, no se puede hacer sobre sucesos, breaking news o lo que está ocurriendo –como puede ser un incendio o una inundación–. Por ejemplo, sobre un accidente de tráfico no se puede hacer periodismo de soluciones, pero sobre la siniestralidad sí. Con el periodismo de soluciones se trabajan todas las cuestiones del ámbito social, y el de la emergencia climática es un ejemplo clarísimo; de hecho, estuvimos en Córdoba hace 15 días y hace unos meses también en San Sebastián dando unos talleres con la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (Apia).
En el año 2013 fundó el Laboratorio de Innovación Periodística en el Diario de Navarra, que fue el primer laboratorio en un diario impreso. ¿Por qué?
En aquel caso había una tendencia global de experimentación en los medios. Nuestro laboratorio fundamentalmente trabajaba en la innovación social del periodismo, es decir, cómo podemos entender mejor la sociedad y cómo podemos hacer un mejor periodismo involucrando a la ciudadanía. Ese fue el objetivo para el que incorporamos perfiles de hasta nueve disciplinas distintas para tratar de entender el mundo: sociólogos, periodistas, gente de marketing, de negocio, diseño, informáticos y demás. En aquel momento empezamos a trabajar proyectos de periodismo de soluciones, constructivo y participativo. La idea era experimentar cómo podíamos innovar, no tanto en narrativas o tecnológicamente (que también) como en entender mejor las necesidades sociales, acercarnos a la ciudadanía, incorporarla a las decisiones editoriales que tomamos y generar proyectos que tuvieran impacto social.
(ESTA ENTREVISTA FUE PUBLICADA ORIGINALMENTE EN EL PORTAL “ETHIC”, EN INTERNET)