El sudor puede, al menos en algunos casos, comunicar información importante sobre nuestro estado mental. BBC Mundo
En 1934 un físico británico llamado BA McSwiney lamentó frente a sus colegas de la Sociedad Real de Medicina que la mayoría de los médicos no se interesaba por la composición química del sudor humano.
Su único foco de atención por aquel entonces era el mecanismo con el cual la evaporación del sudor de la superficie de la piel servía para enfriar al propio cuerpo.
Pero McSwiney sabía que había algo más. ¿Qué tipo de sustancias dejaban nuestro cuerpo con el sudor? ¿Esas pérdidas eran buenas o malas?
Las sustancias que nos abandonan con el sudor
Una persona suda cada día el equivalente en líquido a 600 o 700 centímetros cúbicos.
En ese sudor hay cloruros, urea -la sustancia que le da el nombre a la orina-, y amoníaco. Además hay proteínas, azúcares, potasio y bicarbonato.
Y también restos de metales como zinc, cobre, hierro, níquel, cadmio, plomo y hasta un poquito de manganeso.
El sudor es un mecanismo importante para que el cuerpo expulse algunos de esos metales.
Pero no todas las cosas que abandonan nuestro cuerpo en el sudor tienen una naturaleza química.
Un mensaje
Todos alguna vez hemos empezado a sudar después de comer algo muy picante, y la mayoría de la gente está familiarizada con el sudor emocional debido al miedo, la verguenza, la ansiedad o el dolor.
Las palmas de las manos, la frente y las plantas de los pies están asociadas a la transpiración emocional.
Es ahí donde las glándulas sudoríparas ecrinas, que están distribuídas en millones por casi todo el cuerpo, están apiñadas de una manera mucho más densa.
Por ejemplo en esas zonas hay hasta 700 glándulas por centímetro cuadrado de piel, mientras que en la espalda hay unas 64.
Lo cierto es que el sudor inducido por lo emocional es una herramienta importante de comunicación.
De hecho los olores que detectamos en el sudor nos pueden decir mucho sobre cómo se siente el otro.
Miedo a través del olor
En un experimento de la Universidad de Urecht, en Holanda, un grupo de psicólogos recolectó muestras de sudor de hombres mientras veían escenas de películas seleccionadas para evocar sentimientos de miedo o asco.
Después le preguntaron a 36 mujeres si podían detectar alguna pista emocional en las muestras de sudor.
Los investigadores encontraron que cuando las mujeres eran expuestas a las muestras de sudor derivadas de la emoción de miedo sus propias expresiones faciales reflejaban miedo también.
Y cuando eran expuestas a las muestras derivadas del sentimiento de asco, también imitaban facialmente esa emoción.
Por el contrario cuando las participantes olieron las muestras que servían de control no mostraron ninguna expresión facial predecible.
Este hallazgo le hizo pensar a los investigadores que el sudor es un mecanismo eficaz de transmitir un estado emocional de una persona a otra.
También es impotante destacar que las expresiones faciales que las mujeres hicieron mientras olían las muestras de sudor no tenían ninguna relación con su percepción subjetiva sobre la intensidad o agrado del olor.
Así que podían mostrar un aspecto de asco incluso cuando decían que una muestra particular tenía un olor agradable.
En otros estudios científicos se han encontrado patrones similares de comportamiento.
Un estado de alerta «contagiado»
Por ejemplo, en 2012 psicólogos y psiquiatras de la Universidad Estatal de Nueva York extrajeron muestras de sudor de las camisetas de 64 donantes.
La mitad había saltado en caída libre desde un aeroplano por primera vez mientras que la otra había hecho mucho ejercicio.
Después le pidieron a unos voluntarios que olieran las muestras de sudor antes de mostrarles rostros enfadados.
Y descubrieron que quienes olieron el sudor de los aterrorizados paracaidistas después estaban alerta ante las caras poco amigables, pero también ante las neutras o ambiguas.
Los psicólogos lo describían como vigilancia: el sudor producido por la sensación durante la caída libre indujo a los participantes a prestar atención a cualquier indicio social por sutil que fuera que quizás en otras circunstancias habrían obviado.
Por el contrario, quienes olieron el sudor de los participantes que habían hecho ejercicio sólo se mostraon alerta al ver las caras enfadadas, como sería normal en cualquier circunstancia.
Otro experimento de psicólogos y neurocientíficos alemanes encontró que el sudor extraído de hombres en estado de ansiedad, que participaban en un curso de deportes de riesgo en altura, hacía que las mujeres que olían las muestras tomaran decisiones más arriesgadas.
Eso después de pasar un cierto tiempo calibrando las distintas opciones, en un juego de computadora diseñado para valorar el comportamiento en la toma de riesgos.
Una ventaja ancestral
Ninguno de estos estudios indica si la gente era consciente de que el sudor de otra persona había alterado su propio comportamiento.
Pero sí sugieren que el sudor puede, al menos en algunos casos, comunica información importante sobre nuestro estado mental.
También sugieren que utilizamos la información que contiene el sudor de otra persona para entender mejor lo que nos rodea.
Nuestra especie se ha adaptado a la comunicaión verbal y linguística, pero el lenguaje es una herramienta relativamente nueva en nuestra evolución social.
Parece razonable imaginar que nuestros ancestros usaron para su beneficio la información olfativa que pasaba por sus narices y que esa habilidad llegó hasta nosotros.
Además, ver que alguien suda puede permitirle a la gente percibir la intensidad de una emoción expuesta.
El sudor, en otras palabras, puede ser mucho más que una excreción apestosa.