No es solo que los dominicanos lo dejamos todo para última hora, un defecto que solemos reconocer con un candor muy parecido al desparpajo de los sinvergüenzas, es que a veces no hacemos ni siquiera eso. Es lo que acaba de suceder con el registro de motocicletas con el que el Ministerio de Interior y Policía y el INTRANT se proponen reducir la delincuencia, que como es de todos sabido muestra predilección por ese tipo de vehículos dada su rapidez de desplazamiento y su maniobrabilidad.
Y si es verdad, como leí en un periódico, que luego de varios aplazamientos y prórrogas al concluir el proceso solo se habían registrado 654 mil de un total de 2.87 millones de motocicletas que hay en el país, hay que considerar ese esfuerzo como un rotundo fracaso. Como todo lo que se ha intentado, este es el momento de decirlo, para meter en cintura a los motoristas, para los cuales no existe la Ley de Tránsito ni ninguna otra ley, incluidas las no escritas de la prudencia y el sentido común.
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Vencido el plazo para la regularización, que se acompañó de la advertencia de que no habrá mas prórrogas, se inició la fiscalización a los incumplidores por parte de los agentes de la Digesett, a los que en estos días hemos visto interactuando en las calles con los motoristas y las mil y una excusas que ponen para justificar su desprecio por la ley y el orden. Y no siempre de buen modo, pues muchos se rebelan de manera violenta contra la autoridad.
Pero andando por ahí, todavía sin registrar, casi dos millones de motocicletas, no debe sorprendernos que los agentes de la Digesett se cansen pronto de una tarea que parece inútil. Y esa es una pésima noticia para los planes del gobierno de estar en mejores condiciones de enfrentar la desafiante delincuencia que nos acosa, lo que también deja en el aire la pregunta que tantos dominicanos nos hacemos cada vez que salimos a la calle y se atraviesan en nuestro camino. ¿Qué vamos a hacer con los motoristas?