Las personas que odian y sienten ira con facilidad tienen alterada la capacidad de percepción y juicio, creen que su ideal de las cosas es la regla y son manipuladoras.
El odio es un sentimiento irracional que se anida en el corazón de una persona excesivamente poseída y convencida por su razón y su visión de las cosas. Genera violencia y, por lo tanto, tiene que ser abordado como cualquier problema de salud mental.
Y es que el odio es producto de otro sentimiento negativo: el resentimiento, que expresa hostilidad y rechazo contra algo o alguien, que puede ser por causa de rivalidades, celos, envidia, frustraciones y hasta prejuicios.
Este sentimiento tan negativo está relacionado con rasgos de tipo fóbico y obsesivo. Las personas que odian tienen alterada la capacidad de percepción y juicio, por lo que convendría evaluar si los sujetos que lo padecen presentan una alteración en los neurotransmisores cerebrales propios de esas condiciones clínicas.
Por otro lado, está ‘la hermana menor del odio’ que se denomina ira. Un sentimiento que surge de una función básica e instintiva de los seres humanos, que está encaminada a responder agresivamente ante posibles amenazas, y puede variar desde una leve irritación hasta la violencia descontrolada.
Al no manejar correctamente emociones como la ira, no solo se afectan las relaciones sociales y personales, sino que también se generan consecuencias nocivas para la salud de quien la ejerce.
Ambos sentimientos son malos para nuestra salud tanto física como mental, sin embargo, no funcionan igual. ¿Qué diferencia hay entre la ira y el odio? El psiquiatra español Vicente Ezquerro explica que el odio es un sentimiento persistente, la ira es una emoción. Los que amamos, podemos tener ira. La ira es una reacción ante algo que nos perturba, nos molesta, o nos despierta.
En cambio el odio tiene un matiz peor, es persistente, es decir, la persona que odia vive en el odio, desea venganza, y esta rabia es abordada de tres formas: quiere destruir, hacer sufrir y controlar a los demás.
Con relación al tema, el psicólogo clínico Pedro Cruz explica que la ira aumenta la activación del sistema simpático, el encargado de liberar unas hormonas llamadas catecolaminas, una de las hormonas relacionadas con el estrés, que son las que afectan directamente al sistema cardiovascular.
“Elevando la frecuencia cardíaca, la tensión arterial, y aumentando la probabilidad de que se formen en el cuerpo trombos o se produzca un infarto de miocardio”, dice Cruz.
Y es que, según el especialista, el esfuerzo que realiza nuestro cuerpo cuando se desata esta emoción es muy elevado, se produce un aumento en la tensión muscular y la secreción de adrenalina, “ por lo que se elevan los niveles de energía, el organismo entra en una especie de lucha y al someterlo a una activación constante se corre el riesgo de padecer, además de enfermedades cardiovasculares, ictus cerebrales”.
En tal sentido, recomienda ser conscientes de los efectos negativos que generan la ira o sentimientos de odio y resentimientos en el cuerpo. Estos se manifiestan tarde o temprano, nos puede llevar a sentir estrés, ansiedad, depresión, modificando nuestro estado de ánimo y amenazando seriamente nuestro bienestar tanto físico como mental.
“Además, de que pueden desencadenar otras afecciones de índole orgánico o psicológico, esto sin considerar el gran daño que causan dichas emociones a nuestro sistema inmunológico”, dice el especialista.
Así mismo Pedro Cruz refiere la gran importancia de manejar una conducta asertiva, en donde entran técnicas de autorregulación emocional, afrontamiento e inoculación del estrés.
“Aprender a cerrar ciclos, soltar y sanar todo aquello que nos daña emocional y físicamente. Todo dependerá en gran parte de nuestra inteligencia emocional y niveles de asertividad, siendo siempre consciente de las consecuencias nefastas que provocan dichos sentimientos o emociones a nuestro organismo”, dice.
Y es que a medida que el cuerpo va experimentando el dolor provocado por esas emociones negativas, se genera un desgaste excesivo de energía y al mismo tiempo ante el disgusto todo el sistema digestivo se ve afectado, se produce la sensación de nudo o vacío en el estómago que en algunos casos puede llegar a somatizase mediante úlceras en el estómago o diversos problemas digestivos. La ira puede elevar la vulnerabilidad ante una enfermedad, afectando al sistema inmunológico o aumentando los niveles de grasa en el organismo.
Asimismo producir modificaciones en la percepción del dolor.
Especialmente, el odio nos lleva a sentir estrés, ansiedad y hasta depresión, alterando nuestro estado de ánimo.
Estas emociones repercuten sobre nuestro bienestar y saludAfectan el sistema nervioso y generan desequilibrio emocional
La inteligencia emocional es fundamental ante estas situaciones
Reconocimiento Manejo de la ira y la agresividad
Recomendaciones
Mejorar el conocimiento sobre las emociones en general y las particularidades de la ira, así como sus posibilidades de regulación.
Hacer consciente a la persona de las manifestaciones internas y externas de la ira en su caso particular, para aprender a reconocerlas de forma anticipada y así reducir la probabilidad de emitir conductas agresivas. Mejorar la comunicación emocional, como vehículo para la expresión de la ira, y canalización de la energía que moviliza.