Los niños disfrutan espectáculo “Blancanieves”

Los niños disfrutan espectáculo “Blancanieves”

POR JORGE RAMOS
Con la dirección de Maricusa Ornes y Carlos Ruiz, regresó  el pasado fin de semana al Teatro Nacional la obra infantil “Blancanieves y los siete enanitos”, en una versión de la poetisa dominicana Carmen Natalia. El montaje de gran colorido en vestuario y coreografía, reunió a más de 50 personas en escena, incluyendo 38 niños dominicanos y actores del Teatro Arlequín de Puerto Rico.

El espectáculo de hora y media de duración se presentó el viernes en dos funciones especiales, patrocinadas por Supermercados Nacional, a las 9:30 y 11:30 de la mañana, a favor de Muchachos y Muchachas con Don Bosco.

A ambas funciones a casa llena asistieron en autobuses cientos de niños de Canillitas con Laura Vicuña, Centros de Canillitas con Don Bosco, Quédate con Nosotros, Niños Chiriperos con Don Bosco, Hogar Escuela Domingo Savio y Aprendices con Don Bosco.

El sábado y el domingo “Blancanieves y los siete enanitos”, con el patrocinio del periódico HOY, presentó dos funciones cada día en la Sala Eduardo Brito, a las 3:00 y 6:00 de la tarde.

La producción contó con las actuaciones de Gisselle Torres (Blancanieves), Provi Seín (la madrastra), Carmelo Santana (el espejo), Carlos Ruiz (profesor de baile), Armando Pardo (el montero de la reina), Lynnette Salas (la madre), Joselo Arroyo (el príncipe) y el niño Kevin Miranda (paje Cascabel). 

SINOPSIS

La malvada madrasta no pudo resistir la envidia por la belleza de la princesa Blancanieves y un día ordenó a un cazador que la llevara engañada al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque. Después de compartir con los animalitos y aves de la selva, Blancanieves se pierde al caer la noche, pero encontró una casita limpia y tierna y entró para descansar. 

Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitación se alineaban camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida. 

Los dueños de la casita eran siete enanitos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazón de las montañas.

Cuando llegaron, en fila se le acercaron para admirarla, cuidando de no despertarla. Por la mañana, Blancanieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la rodeaban.

Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les contó su triste historia. 

“Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre”. 

Blancanieves aceptó contenta. Vivía muy alegre con los enanitos, preparándoles la comida y cuidando de la casita, mientras  trabajaban.

La felicidad terminó cuando un día la sorprendió la malvada madrastra disfrazada de anciana y le regaló una manzana envenenada, para seguirle preguntando al espejo mágico si existía alguna más bella que ella.  

Los siete enanitos lloraron amargamente, porque la querían con delirio. Por tres días velaron su cuerpo, que seguía conservando su belleza –cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache–.  

Para no enterrar aquella joven tan bella, hicieron un ataúd de cristal  y  la llevaron a la cima de una montaña donde todos los días iban a velarla.

Un día, el príncipe que la buscaba la encontró  en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Le dio un beso y Blancanieves despertó de aquel largo sueño… y fueron  felices para siempre.

Cositas y cosotas

En esta versión de “Blancanieves y los siete enanitos” participaron 38 niños dominicanos que fueron instruidos durante un taller que duró tres meses para los papeles de los siete enanitos, ardillas, sapitos, venados y todas las escenas en el bosque. 

En ocasiones las voces de los niños de la obra casi no se percibía en la sala, a lo que se sumaba la bulla de los pequeños del público, quienes emocionados aplaudían y bociferaban después de cada acto.

El mensaje para los infantes es que la maldad y la envidia no son buenos, contrario a la bondad y el bien.

El personaje de Arlequín se tomó fotos con los niños y firmó autógrafos en el lobby del teatro al final de las funciones.

Ficha técnica

Dirección:  Maricusa Ornes y Carlos Ruiz
Producción de Puerto Rico: Amalia Rolán y el Comité de apoyo Arlequín
Escenografía: Rafael Trelles
Coreografía de Puerto Rico: Gradissa Fernández
Coreografía dominicana: Imgard Despradel
Regiduría de escena: Marosa Mallorga
Diseño de luces: Bienvenido Miranda

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