Tiene publicados seis libros, uno de ellos premiado. Otros en unión con varios autores. Escribe artículos juiciosos en revistas literarias y a pesar de su juventud es educadora, licenciada en ciencias económicas, posee maestría en comunicación social, habla tres idiomas, fundó una empresa editorial que abarca una gama de trabajos relacionados pero pocos conocen a Geraldine De Santis porque “a pesar de lo que aparento, eso de buscar el estrellato, estar en el medio, no es mi máximo interés. Me concentro en escribir”.
Desborda simpatía y es un derroche de sociabilidad que no pregona su obra ni sus talentos y aprovecha el tiempo como pocos de su generación. Cuando no está realizando una investigación histórica traduce, revisa tesis, organiza talleres de escritura o asesora alumnos en salas de tareas pero si aún le sobran minutos a su día, comienza a materializar las ideas que ya ha esbozado para un próximo volumen.
Antes de incursionar en las letras fue empleada de banca personal en una prestigiosa entidad bancaria mientras hacía carrera en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y estudiaba italiano en la Casa de Italia. Probablemente tantas ocupaciones en edad muy temprana le ayudaron a disipar el enorme vacío que representó para ella la muerte de su padre.
El organismo donde aprendía su tercer idioma le abrió las puertas para viajar a la Universidad Católica del Sacro Cuore, con sede en Milano: le otorgó una beca para su maestría. “En Italia aprendí a escribir e investigar y fui orientada hacia las destrezas del pensamiento crítico. Los profesores eran muy rigurosos y tenían muchas expectativas con el estudiante”, significa.
Sin embargo, a su regreso al país Geraldine descubrió que su verdadera vocación era el magisterio y estuvo durante seis años en The Community for Learning enseñando literatura y ciencias sociales en el nivel intermedio.
“Durante esos años me convertí en escritora infantil porque tenía conceptos muy filosóficos y muy amplios” y quería ponerlos al alcance de las mentes menudas. Comenzó con poesía y cuentos para la revista “SDQ” y Alfaguara le publicó sus primeros dos libros: “Juan José y el videojuego” y “Emma, el pequeño huracán”.
El primero “es una crítica al uso excesivo de los aparatos digitales y las consecuencias de ese abuso” y el segundo está basado en la historia de una emigrante japonesa. Es descrito como “Una historia sobre la generosidad, la amistad, la iniciativa y el respeto”.
Práctica y muy sencilla, rodeada de borradores, proyectos, pruebas de libros, fotografías, con un ordenador que parece moverse a su ritmo, Geraldine es un torrente indetenible contando cuanto realiza como propietaria de Intellectra Studio o las situaciones reales que aprecia en la cotidianidad o le llegan como inspiración que plasma en géneros apropiados.
Ha sido la editora de “Reyes, aventureros y más”, de Sofía Acevedo Méndez; Luli, de Kilia Llano y editora y traductora al inglés de “Una vuelta por las estaciones del año”, de Patricia Jiménez.
Con otras escritoras participó en “Abrazos del Sur”, ensayo y narrativa y sola ha publicado artículos como “Carta a una desconocida… o no tanto”, “Hoy encontré el valor”, ficción sobre la Revolución de Abril; “Vivir para contarla”, “El arañazo de los poetas”, “Grandes que escriben para chiquitos”; “Carta imaginaria a los Trinitarios”, “Niños en las tablas” (sobre teatro infantil) y “Eros también escribe”, que estudia la literatura erótica en el panorama hispanoamericano del presente.
Trabaja, además, en sinopsis de películas.
Junto a Rosanna Vargas Rivera dio a la luz “Volver al inicio”, para un hotel de San José de Ocoa, explicando “o justificando la historia del vino en el Caribe a partir de la Conquista”.
Su labor de búsqueda del pasado continuó con “A la sombra del Regina”, un precioso álbum con una minuciosa labor de investigación que la sumergió en archivos, bibliotecas, fototecas y la condujo al encuentro de testimonios orales sobre la educación dominicana a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
El hotel Billini, de Santo Domingo, le hizo la propuesta de un álbum de contenido histórico para presentarlo a sus clientes y su mente se disparó tras la ubicación del establecimiento: “Ahí estuvo el colegio Santo Tomás, al lado el San Luis Gonzaga, de Francisco Xavier Billini, a todo el hotel le une la pedagogía”, razonó, y con esos temas hilvanó el imponente ejemplar rico en imágenes.
Aparte de sus estudios afirma encontrar riqueza de información en el Archivo General de la Nación pero que en la metodología, la identificación y comparación de fuentes y otros recursos de la investigación le han ayudado sobremanera Alberto Rodríguez, sociólogo de INTEC, y Rosanna Vargas Rivera.
El gran premio. Geraldine nació en Santo Domingo, hija de Nunziante De Santis, de Nápoles, y Lucía Medina, de San Juan de la Maguana. Cursó bachillerato en el Colegio de Arroyo Hondo. De su tía Fania Herrera Sánchez y su prima Carlota de Santis, piensa que heredó la vocación de enseñar.
El pasado mes de mayo un libro de la inquieta escritora, “Nela, la revoltosa”, resultó ganador del Premio SM-RD 2016, auspiciado por una fundación de la editora española SM, que cada año reconoce el mejor en literatura infantil y juvenil domínico-iberoamericana. Recibió una estatuilla y 100 mil pesos.
“Nela es mi forma de explicar cómo fue Ciriaco Ramírez, uno de nuestros primeros próceres de la Independencia. Siempre se habla de otros, nunca de Ciriaco, entonces es un intento de recordarlo, y en él, a otros ignorados de todas las épocas porque se nos están quedando en el olvido no solo próceres de epopeyas sino servidores comunitarios, líderes sociales y culturales”. Es “ficción-historia” para jóvenes a partir de los 12 años.
Geraldine escribe para infantes y adolescentes porque siente que “en nuestro país hay silencios peligrosos, esta es una sociedad en la que a los niños no se les dice las cosas como son y cómo deben ser en una verdadera democracia”.
La mayoría, agrega, “no tiene acceso a la información y a la cultura y aunque hay muchas personas tratando de acercarlos es necesario remover, porque antes existieron otros con esa preocupación”, exclama citando autores que le precedieron.
Considera que “hoy el acceso es muy privatizado, muy elitista”, que no se extiende hacia los pequeños “de los barrios, de las escuelas públicas, del interior”. “Al igual que los niños ricos ellos merecen leer libros buenos, de calidad, con mensajes positivos”.