En otras épocas, la preocupación con respecto al uso de los dispositivos electrónicos consistía en que los niños se quedaban demasiadas horas frente al televisor; hoy es diferente, el dolor de cabeza de los adultos es el uso excesivo de los celulares por parte de niños pequeños.
Es cierto que éste representa diversos riesgos para los menores, tales como el acceso a contenido inapropiado en internet, contacto con personas extrañas, y otros. Pero a pesar de esto, como padres les facilitamos el aparato para mantenernos en comunicación cuando inician sus actividades sociales fuera de casa, ya sea por motivos académicos o lúdicos, sin supervisión directa de un familiar o simplemente porque se ha convertido en una costumbre regalarles teléfonos móviles a nuestros hijos para satisfacer diferentes gustos y utilidades, a veces sin haber discernido si es el momento adecuado.
Antes de proporcionar un smartphone a nuestros hijos debemos psicoeducarlos, teniendo en cuenta que la psicoeducación no se restringe a una breve explicación momentánea, sino que consiste en una reiteración sistemática de las ventajas y desventajas de una situación, en este caso el uso del celular, hasta crear una consciencia propia en el joven.
Aunque es un dispositivo de apariencia inofensiva, puede ser desfavorable para desarrollo de un niño por representar una puerta abierta a todo un mundo de información que pudiera no corresponderse con la edad del menor.
Limitarles el acceso es una forma de protegerlos, y por lo tanto un derecho de nuestros hijos y un deber nuestro como padres. Es necesario que el uso de los celulares tenga un horario estipulado.
Lo ideal es que estos no se lleven al colegio, para evitar conflictos con la disciplina y distracciones que afecten el devenir académico. Tampoco es saludable que sea utilizado a horas tardías de la noche porque puede interferir con la rutina nocturna y más específicamente con la hora de dormir, además de que en esas circunstancias es menos probable que los adultos puedan supervisar su uso de la manera ideal. Por lo tanto, lo idóneo es que se les entregue en las tardes y se les retire al caer la noche. Si aún así su uso interfiere con el cumplimiento de sus obligaciones, éste sería un indicador de que el menor no está listo para manejar este dispositivo ni siquiera en un horario restringido. La responsabilidad creciente del menor, es lo que va indicando la gradualidad con que este dispositivo se le puede confiar.
Existen diversas aplicaciones de control parental que impiden el acceso a páginas o informaciones no adecuadas a la edad. Otras de las medidas de seguridad que pueden ser importantes, es prohibir que bloquee el celular con una clave desconocida por sus padres, y que los menores de edad sepan que sus padres pueden acceder a su dispositivo en el momento en que lo consideren oportuno.
Si los niños empiezan a incumplir con sus deberes a raíz de tener acceso al celular, o si violan los límites establecidos al momento de entregárselos, y por el contrario, llevan el dispositivo al colegio o lo utilizan en horario no establecido, y sobre todo si observamos cambios conductuales a raíz de su uso, por ejemplo, aislamiento, desinterés por almorzar o cenar en la mesa, o desinterés por actividades que antes realizaban, y si afectan la dinámica familiar, en especial la interacción y la comunicación; todos estos son indicadores de que el celular, en lugar de sumarles algo a la vida de nuestros hijos, les está restando.