La comunidad jurídica, empezando por el magistrado Milton Ray Guevara, considera positiva la escogencia de los nuevos jueces del Tribunal Constitucional, pero los políticos, que pocas veces están a la altura de las circunstancias, han rechazado la decisión y, como era de esperarse, lo han hecho con argumentos extrajurídicos.
Y es que los políticos juzgan a los demás desde su condición, sobre todo si también son políticos, lo que con frecuencia los lleva a escupir hacia arriba, con las previsibles y desagradables consecuencias que todos conocemos. Es el caso del candidato presidencial del PLD Abel Martínez, un gatillo alegre en materia de declaraciones públicas, quien opina que en la selección de los nuevos integrantes de esa alta corte se aplicó la técnica de disfrazar a incondicionales del partidarismo para llevarlos a las altas cortes, y que al frente del TC se colocó a “un perremeísta disfrazado”.
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Tal vez no recuerde el también alcalde de Santiago que quien inventó esa “técnica”, el maestro que la convirtió en parte de la cultura política dominicana, se llama Leonel Fernández Reyna, entonces su compañero de partido y de gobierno; pero si su selectiva memoria no le alcanza para tanto hay un caso más reciente, el del presidente de la Suprema Corte de Justicia Luis Henry Molina, a quien Danilo Medina sacó del Comité Central del PLD para llevarlo como presidente de esa alta corte sin pasar por go y sin antes haber sido juez ni de un concurso de chichiguas.
Por eso no vale la pena tratar de hacerle entender que las simpatías o filiación partidaria de un juez no impiden que haga una buena labor, como quedó demostrado con el propio Ray Guevara y también, porqué no reconocerlo, con el presidente de la Suprema Corte. Si la comunidad jurídica considera, como señalé al principio, que los hombres y mujeres escogidos tienen las condiciones morales y profesionales necesarias para hacer el trabajo que la sociedad espera que hagan, las necedades de los políticos salen sobrando.