Los olvidados Rincones de Quebrada Honda

Los olvidados Rincones de Quebrada Honda

Un viejo adagio altamireño dice: “Quien ha crecido tomando el agua del río Pérez a su ribera vuelve”. Estoy en creer que hay mucho de cierto en la expresión, en cuanto a mi persona se refiere. Cuando me invade la nostalgia por el suelo donde nací, acudo a la cita con mi fuente acuífera favorita, dejando luego volar a la imaginación a través de más de medio siglo, llegando a la niñez cargada de inocencia y sueños futuros. Menos de tres horas toma el madrugador recorrido desde Santo Domingo hasta la morada natal. Viene a mi mente la década de los cincuenta, cuando pasada la medianoche, cabalgaba en el anca de una yegua junto a mi abuela paterna. La viuda de rocinante cargaba pesadas árganas llenas de plátanos, guineos, yuca, batata, auyama y aves de corral, con destino a Puerto Plata, donde residía mi tía abuela Lolita. Toda una madrugada entre galope y pasos lentos pasábamos por Llanos de Pérez, Bajabonico, Hojas Anchas, Maimón, San Marcos, Tienda de doña Lidia Mesón, cruce del puente de la guinea, llegando al destino final para alivio de la potranca y de mis maltratados glúteos. ¡Cambian los tiempos! Burros, mulos y caballos son especies en extinción; su lugar lo ocupa ahora el moto concho.
Ironías de la vida: cercano a la Navidad de 2016 hice una visita relámpago para reencontrarme con el río. Los lugareños me indicaron que era imposible entrar los últimos mil seiscientos metros del trayecto en vehículo, ya que los furiosos y continuos aguaceros habían destruido la vía. Solicité los servicios de un motoconchista, quien con lógica aristotélica me razonó que si un vehículo 4×4 no entraba mucho menos lo haría una motocicleta. Fue entonces cuando pedí una yegua, mula, acémila, o burra en su defecto. Sin importar el género no había un solo animal de transporte en la zona. Había que caminar a pié, vadeando por trillos y propiedades agrícolas adyacentes, pues la vía principal era un lodazal en medio del cual brotaba agua continuamente. No bien había andado unos pocos metros cuando mis botas soltaron la suela y ahora me encontraba desprovisto de calzado. Sólo mi terquedad hizo que continuara la marcha. Para completar el martirio, de modo repentino una intensa lluvia empapó la ropa y mi cuerpo acompañándome hasta la casa. La gente desesperada e incomunicada mostraba los estragos causados por las recias crecientes del río y sus cañadas afluentes. El panorama es devastador, se cambio la geografía; familias enteras hubieron de huir de las cercanías del río en medio de la noche. Las despertó el ruido enloquecedor de las aguas siniestras que cargaban troncos de árboles, rocas, cerdos y gallinas, así como ajuares caseros.
Con mucha alegría vi fotografías de las autoridades de Obras Públicas anunciando la asignación de más de tres mil millones de pesos para reparar los daños climáticos recientes en la provincia de Puerto Plata. Curioseando leí con detalle lo siguiente: “Dentro del amplio listado se pueden citar el muro de gaviones en el puente La China Vieja, sobre el río Altamirita, camino La China-Rancho Viejo, Altamira, camino vecinal Río Grande hasta Bajabonico; puentes números 2 y 3 Boca Caonao, que comunican con Luperón e Imbert…”.
¿Acaso Los Rincones de Quebrada Honda desaparecieron del mapa provincial?

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