En abril de este año 2022, tuve la dicha de volver a la hermosa Cartagena de Indias. Fui invitada por el Instituto Internacional de Estudios del Caribe, de la Universidad de Cartagena. Allá me esperaban los amigos Alfonso Múnera, fundador del Centro, y Amaranto Daniels, su actual director. Debía ofrecer dos conferencias sobre mis últimas obras sobre China.
En esos maravillosos días pude compartir con los amigos que la historia me ha regalado. En uno de esos encuentros, Alfonso Múnera me regaló sus dos últimas obras: “Cartagena Marítima: El valor de su bahía”. Y “Olvidos y Ficciones. Cartagena de Indias (1580-1821)”. Sobre esta última obra es que vamos a realizar los próximos encuentros.
El libro “Olvidos y Ficciones. Cartagena de Indias (1580-1821)”, publicado por Editorial Planeta Colombiana, SA, en el año 2021, retoma los temas tratados en el Fracaso de una nación, pero su argumentación es más madura, más pensada y elaborada. Consta de seis capítulos y un epílogo que no tiene desperdicios.
En la introducción Múnera le dedica varias páginas al quehacer historiográfico y a la necesidad que tenemos los historiadores de escribir bien: “para escribir buenas historias hay que aprender a usar el mismo instrumento que han perfeccionado los maestros de la literatura: las palabras”. (p.12) Con la dificultad, dice el historiador cartagenero de alma y vida, de que “los historiadores no tienen la envidiable libertad de los novelistas. Se les prohíbe crear mundos ficticios, lo que no deja de ser una paradoja, puesto que con frecuencia es lo que hacen en nombre de algo tan elusivo como la “verdad”, con las notables excepciones de aquellos a los que -otra vez la paradoja- la intuición y la imaginación enriquecidas por vastas lecturas los han ayudado a desentrañar lo que está oculto detrás de la engañosa apariencia de las cosas o de las creencias firmemente establecidas”. (p. 12).
Luego pasa a explicar por qué escribió esos libros (entiéndase “EI fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1821)” y “Olvidos y Ficciones”). Señala que desde los años 80 del siglo XX, en sus tiempo estudiantiles en Connecticut, cuando hacía su doctorado, se preguntaba constantemente el por qué su amada Colombia no acababa de construirse como nación. Sería porque quizás con “un pasado dramático en el que los negros y mulatos cartageneros les tocó en suerte la amarga experiencia de habitar una vieja ciudad aristocrática, obsesionada por el linaje de sus familiares tradicionales. De modo que no me cuesta mucho confesar que he escrito tratando de entender, en primer lugar, qué soy de dónde vengo. Y que en este libro (se refiere a Olvidos y Ficciones-Mas) intento, una vez más, encontrar algunas de las claves que explican mi vida y la de millones de afros nacidos en tierras colombianas”. (p.14).
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Finaliza la introducción diciendo: “Escribo para que lea todo aquel que sabe leer. La historia es un patrimonio de todos los seres humanos y es, debe ser, y así ha sido siempre, por más que se niegue… Yo aspiro con mis libros, lo digo sin temor alguno, y sé lo ambiciosa que es esa aspiración, a que los humildes de todas las razas, los marginados, encuentren en sus páginas herramientas para su propia superación”. (p. 18)
El Capítulo I, titulado “Cartagena afro: la gran ciudad del Caribe, 1580-1640, presenta un recuento del papel de la ciudad del Caribe colombiano, pero que en el discurso oficial no se asumía como caribeña. “Pocas veces hemos estudiado la historia de Cartagena, la de las Indias, como una historia marítima del Caribe. Vivíamos de espaldas a su verdadero sentido que incluso cuando íbamos al colegio, hace ya varias décadas, ignorábamos que ese mar que nos rodea por todos lados lleva el nombre de Mar Caribe. Se nos habló del océano Atlántico para resaltar nuestros vínculos con Europa, nuestra condición de hijos de Europa, y al mismo tiempo se borraron de un brochazo nuestros lazos de intimidad con el resto del Caribe. No nos asomamos siquiera a mirar en los mapas nuestra cercanía al archipiélago de islas con quienes habíamos nacido a la modernidad y cuya historia era inseparable a la nuestra. El espacio de las islas aparecía en ocasiones vacío, como si fuese ausente de vidas humanas y se tratara de una simple expansión del gran océano”. (p. 22)
Las páginas de este capítulo intentan demostrar, y lo logra el autor, el papel de Cartagena en la actividad comercial y migratoria con el Caribe. Decía Múnera: “No nos es dable a comprender a fondo la historia de Cartagena, si no intentamos de una vez por todas escribir sobre sus raíces y su naturaleza marítima, si no entendemos que la ciudad que se fundó en el antiguo reino de los calamaríes, en 1533, nació y creció de la unión de un pequeño número de islotes del Caribe conectados con la tierra firme y en comunicación permanente con las otras ciudades dispersas por el ancho mar, nuestra única avenida con el encuentro con otras gentes del mundo”. (p. 23)
Múnera es enfático al señalar que el sentido de la historia de Cartagena tiene que analizarse a partir del “archipiélago de islas y costas continentales del mar de los Caribe no solo le dio sentido a la historia americana de ahí en adelante, sino que transformó la europea, sin que sus habitantes, en los inicios del siglo XVI se imaginasen siquiera cuán profunda sería esa transformación y hasta dónde llegaría el impacto de los acontecimientos del Caribe sobre ella”. (p. 24)
Se pregunta el autor: “¿Por qué esta geografía insular y de puertos continentales habitada por seres ajenos a las veleidades de los metales preciosos antes de la llegada de Colón y los suyos, se convirtió en uno de los escenarios claves de la modernidad? Después de analizar las ideas de su profesor y amigo Francisco Scarano, Múnera concluye diciendo: “La historia de las sociedades termina siendo, al igual que lo que sucede con la evolución biológica del ser humano, una extraña combinación de azar y necesidad. Europa tenía necesidad de encontrar el camino de las especias y de los metales preciosos y del destino, que no siempre es previsto por los hombres, les revelo una geografía que les permitió en cantidades jamás soñadas obtener los productos tropicales además de las especias de la India, el oro y la plata que cambiarían el mundo entero, hasta en sus confines más alejados. Y más protuberante: la importación masiva de esclavos africanos, estos seres traídos de tierras remotas serían el factor demográfico dominante del florecimiento de las economías trasatlánticas más poderosas y transformadoras. (…) Cartagena de Indias jugó un papel protagónico, sobre todo, a lo largo de su primer siglo de existencia”. (p.27)
El espacio se agotó. Seguimos en la próxima.
Alfonso Múnera (2021). Olvidos y Ficciones. Cartagena de Indias (1580-1821). Bogotá. Editorial Planeta Colombiana.