Los postres son algo más que la guinda de una comida

Los  postres son algo más que la guinda de una comida

Los postres de un sólo bocado serían el toque final de ese mini menú especial.

HONG KONG. Con creaciones como las virutas de champán o los helados de bambú con sabor a carbón de leña, los chefs de Extremo Oriente rivalizan en imaginación para satisfacer los deseos de unos comensales cada vez más aventureros.

«Un postre puede ser muy exquisito», dice Bong Kwok, propietario del ATUM, un restaurante consagrado al epílogo del ágape que abrió sus puertas el año pasado en Hong Kong.

Los restaurantes con estrellas Michelín seducen desde hace tiempo a los aficionados a la gastronomía dulce en Tokio, Seúl y Hong Kong. Pero, mientras en los países occidentales los clientes pasan la velada en el mismo lugar, la especialización de los establecimientos de Hong Kong y su reducido tamaño obligan a los clientes a desplazarse a varios lugares para degustar un menú completo, explica Bong Kwok. Esta tendencia ha favorecido la apertura de restaurantes dedicados por completo a los postres.

«Quizás es un lujo, pero la gente está dispuesta a pagar para divertirse un poco» y escapar a la estrechez de los apartamentos de esta ciudad de siete millones de habitantes sometida a una fuerte presión inmobiliaria, explica. En ocasiones, la preparación de los dulces es un verdadero espectáculo.

Matthew Ip y su amiga Sophie observan como el chef prepara un postre bautizado «Improvisación», que les costará unos 348 dólares de Hong Kong (EUR 40, USD 44,7). Tras cubrir su mesa con un tapete negro, el jefe de cocina la decora con dulces, salsas y sorbetes antes de verter en un cuenco relleno de humeante nitrógeno líquido una crema que se solidifica en pocos segundos.

«Somos flexibles, tenemos una cultura culinaria dinámica», asegura Matthew Ip, quien trabaja en el sector del marketing.

«Podemos comer ‘dim sum’ (bocaditos al vapor o fritos) a medianoche y fideos ramen por la mañana. En Occidente, hay ideas muy arraigadas sobre qué se puede comer y cuándo», añade. Desde hace décadas, los hongkoneses frecuentan los pequeños comercios familiares, que sirven postres tradicionales como la sopa de sésamo negro.