El pasado 16 de diciembre cumplió cuatro meses el Gobierno del PRM y Luis Abinader, en medio de una crisis sanitaria y económica sin precedentes, que no parece tener final.
El PRM es la saga del PRD, una organización libertaria responsable de las conquistas democráticas del país durante el siglo XX, aunque las rivalidades internas y defecciones le impidieron ejercer el poder más de 12 años.
Luis Abinader es un profesional y empresario con tradición familiar. Su padre José Rafael desarrolló grandes proyectos de educación superior, de construcción y turismo, que acompañó de funciones públicas con gran idoneidad y honestidad, aunque con limitada vinculación partidaria.
En estos cuatro meses, la duodécima parte del período para el cual fue elegido, Abinader ha desarrollado una política verdaderamente dinámica y multidireccional: le ha dado prioridad a combatir la pandemia que nos azota, a mitigar los efectos de la crisis económica mejorando salarios y duplicando las ayudas sociales; le ha dado su respaldo irrestricto a una potente programa de educación a distancia para salvar el año escolar, con el concurso de la TV, la radio, Internet, cuadernillos y otros recursos, así como con la asesoría directa de los maestros; al mismo tiempo que tendió la mano a las universidades para que puedan impartir docencia virtual.
Abinader no se ha quedado ahí, sino que ha estado día tras día planteando y arbitrando soluciones para los otros graves problemas políticos y económicos y a la desconfianza en el Estado que produjo la corrupción e impunidad gubernamental, lo que movilizó a las clases medias y muchos sectores populares en favor del PRM y contra del PLD.
Así, la designación de la procuradora general de la República y del director de Contrataciones Públicas verdaderamente independientes, están ya produciendo sus efectos; las iniciativas para revitalizar el turismo, industrias, las zonas francas, la agricultura, la construcción y los grandes proyectos de infraestructura han creado una atmósfera de optimismo en torno a su mandato.
Sin embargo, la “luna de miel” de cien días que tradicionalmente se concede a los nuevos gobiernos ya terminó, mientras la pandemia se está recrudeciendo.
Lo cierto es que hasta el presente la dirección del PRM no ha estado aprovechando el triunfo electoral para crecer cualitativa y cuantitativamente, ni para enfrentar posibles ataques de la oposición, con excepción de los dirigentes que ocupan altos puestos públicos.
No debe olvidarse que en 1963, quizás por diferencias entre el presidente Bosch y Ángel Miolán, quien dirigía la organización, el primero indicó que el partido solo debía activarse para las elecciones y ofreció sus locales para escuelas de alfabetización. Por eso el PRD no pudo defenderlo frente al golpe de Estado del 25 de septiembre.
Se están dando manifestaciones puntuales de conductas públicas que desentonan con las que están asumiendo las principales figuras del Gobierno, y hay asomos de disparidades que es necesario frenar a tiempo.
En ese sentido, deben impulsarse los cambios institucionales y en las leyes indispensables para cumplir los objetivos propuestos; en tanto el endeudamiento que generó el PLD al país en el período de vacas gordas, puede representar una retranca importante para el Gobierno de Abinader. El partido en general debe ser integrado a las faenas del Gobierno.