El pasado fin de semana se clausuró en Sharm el-Sheij, Egipto, la cumbre climática número 27 o COP27. Desfilaron representantes de unos 200 países. Resonaron líderes como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el ambientalista y exvice Al Gore; y el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien anunció el regreso de su país como guardián de la selva amazónica.
Para ver cuál fue el avance, si lo hubo, en esta conferencia es bueno citar el enjambre de temas que la rodearon. De entrada, hay que señalar que activistas criticaron que el foro fuera en Egipto, país lleno de presos políticos. Fue notoria la ausencia de altos representantes de Rusia, China y la India, tres gigantes de la contaminación. Otro tema es que la cita se desarrolló bajo los destellos de los misiles rusos en Ucrania, la crisis energética de Europa, la tensión EEUU-China, el auge de las migraciones Sur-Norte, entre otros.
Entonces, ¿qué se logró? Se podrían resaltan dos temas: Primero, se ha retomado el Acuerdo de París de 2015 de reducir las emisiones de los gases de efectos invernaderos, y segundo, se han trazado pautas para crear un fondo para socorrer los países pobres golpeados por los desastres naturales. Este último tema será retomado en la próxima cumbre en 2023 en Dubái.
El calentamiento global acecha la humanidad, y el catedrático judío Yuval Noah Harari, autor del best seller Sapiens, hace su sentencia: “Hace 100 mil años al menos seis especies de humanos habitaban la Tierra. Hoy solo queda una, la nuestra: Homo sapiens”.