Los sepultureros

Los sepultureros

POR R. A. FONT BERNARD
Refiriéndose a la predicación de aquel joven de Galilea, a quien sus contemporáneos llamaban Jesús, los Evangelios afirman, que «hablaba como quien tiene autoridad».

Nosotros nos identificamos como un remanente del reformismo histórico, investido como tal, con la autoridad necesaria para denunciar a la gavilla de oportunistas, que tras el fallecimiento del Doctor Joaquín Balaguer, disputan entre sí los despojos del Partido Reformista, participando en negocios de compra y venta, en los que se favorecen las ofertas del mejor postor.

Los conocemos a todos, y a todos los podemos señalar, en sus travesuras y apostasías. A unos, venales y codiciosos, a otros descerebrados mentales, y a otros incapacitados para definirse como herederos políticos del líder y fundador.

Contrario a la parvada de mediocridades que aspiran inmerecidamente a ese honor, al Doctor Balaguer le bastaba ponerse en pié, para legitimar sus actuaciones, como el protagonista estelar, de uno de los más dramáticos períodos de nuestra historia contemporánea.

Fue la de ese coloso de la cultura y de la actividad política nacionales, una vida plena en acontecimientos extraordinarios, rica en riesgos y en triunfos, ahíta de actividades y de pasión. Durante todo el trayecto de su excepcional protagonismo, el Doctor Balaguer transitó por todas las veredas y enfrentó todos los retos, de los que salió siempre victorioso, porque detrás de él, estuvo siempre, entera y verdadera, la pasión de servir.

En lo más recio de las contiendas, en la defensa de los intereses de los desheredados de la fortuna, -a la vez muralla y vanguardia-, siempre le vimos tan eficaz en la resistencia como en el avance.

En el servicio público, fue siempre y sus vacilaciones, un comienzo de los anchos caminos, no la yerba mala de los tortuosos senderos. Fue una voz de lumbre, porque sabía, como lo sentenció José Martí, que «iluminar es arder». Por ello, no fue uno de esos falsos apóstoles del civismo, que enseñan las túnicas inmaculadas, porque no las exponen a las tempestades que empapan y desgarran.

Como jefe del Estado, demostró, una excepcional habilidad para caminar por los bordes sin caer, haciendo del ejercicio del poder, una misión didáctica, propugnadora de la coexistencia pacífica. Fué -lo hemos dicho anteriormente -un experto conocedor de la ciencia política, aplicada al arte del buen gobierno, conforme a las normas recomendadas por los clásicos del pensamiento político universal. El, como el Padre Feijoo debía, que «el buen gobernante debe ser como un hábil químico, que de todo debe hacer partido, y transformar el veneno en específico».

En el llamado gobierno de los doce años, -el espacio de su liderazgo político del que podemos testimoniar-, no faltaron los teóricos que hubiesen querido, que se contrayese a dirigir una república aérea, una «democracia subsidiada», como la sustentada por José Enrique Rodó. Pero el Doctor Balaguer fue un orientador, no un declamador de la democracia.

En la actualidad, unos cuantos Quijotes de lanzas herrumbosas, y otros tantos descerebrados mentales, intentan demorar la inevitable desaparición del Partido Reformista, en una misión imposible, no solo porque en sus vertientes humana y política el Doctor Balaguer es irrepetible, sino porque con muy señaladas excepciones, la mayoría traicionado el primigenio ideal reformista, concebido por el líder y fundador, en los años del destierro en la ciudad de Nueva York, en donde no vimos a ninguno de los que luego se beneficiaron de su generosidad, y de su capacidad para perdonar, las que él solía llamar «indelicadezas».

Una deslealtad manifestada, en unos casos, por quienes se vendieron como frutas podridas al temerario propósito reeleccionista del Presidente Mejía, y en otros casos, por los que en la actualidad, pugnan entre sí como conejos asustadas, buscando el cobijo de la tienda donde se aloja el triunfo electoral del Doctor Leonel Fernández. Entre los primeros citados, figuran los que contribuyeron a hundir el futuro económico del país, ofreciéndole el apoyo reformista al festival de préstamos internacionales, que durante los próximo cincuenta años hipotecarán la soberanía nacional. Todos de una u otra manera, quedarán históricamente marcados con el inri de sepultureros. Gente que por lo que aparenta ignoran, que el Doctor Balaguer no le debía nada a nadie, porque sabía que sólo era deudor, de su cultura y de su talento.

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