Los tsunamis pandémicos, económicos, políticos, avisan
Un presidente es un gerente de la administración pública, es un planificador, estratega y viabilizador de políticas de desarrollo social sostenible. Aquí, en República Dominicana cambian los conceptos, las definiciones y las estrategias de un gobernante dada la patología social, la debilidad institucional, pobre sistema de consecuencia, la corrupción, la percepción y actitud presidencialista de los grupos, el conflicto partidario, la conformación de grupos para buscar ventajas, y una baja presión tributaria para administrar un Estado en déficit, o en apuros para cumplir los gastos prioritarios que puedan brindar servicios de calidad y con calidez.
Ahora lo que se percibe es un presidente que debe sortear la tercera ola de la pandemia o evitar un tsunami pandémico, dada las nuevas variantes británicas, sudafricanas y brasileñas. Tener el olfato y el tacto de observar cómo Europa cierra frontera, restringe vuelos, controla el turismo; al igual que los EE.UU y Canadá.
Cada quien cuida la salud, disminuir contagios y muertes, y por otro lado, esperar por vacunas y distribución segura.
Al mismo tiempo, el presidente y su equipo, tienen que mantener la economía: estabilidad, consumo, baja inflación, crecimiento, control y prioridad del gasto, y consensuar una política fiscal para este año 2021.
El presidente Abinader debe, a veces, tomar pausas los fines de semanas para reflexionar, observar la táctica, la conducta de sus ministros, el liderazgo del PRM, lo que juega la oposición, o las consecuencias de sus medidas político-social, pero sobre todo, recordar lo que decía Francisco Bonó: “los dominicanos piensan y actúan bien individualmente, pero cuando se agrupan piensan y actúan mal”. Es decir, no debe permitir disonancia hacia dentro ni hacia fuera de los suyos.
Los conflictos de afuera sortearlos, prudencia, confrontarlos cuando convienen; pero manteniendo la estrategia y la táctica de lo que quiere y desea el Gobierno que sintonice con los sueños y aspiraciones del pueblo dominicano, no de grupos ni de sectores privilegiados.
Esa habilidad y destreza; así como la inteligencia emocional y social, es la que lleva que un líder trascienda y se fortalezca en medio o después de una adversidad.
Un presidente debe lidiar conflicto, intolerancia, indisciplina, pero, debe saber canalizarlas hacia los equipos, dirigentes, ministros, Instituciones, para que no lo carguen, no lo personalicen ni lo hagan caja de resonancia de chismes, intriga ni maledicencia de los grupos.
Los tsunamis pandémicos, económicos, sociales y hasta políticos avisan, dan indicadores por donde vienen, y de cómo impactan.
La gobernanza de un país tan complejo como en República Dominicana, no es “dejar hacer y dejar pasar”, mucho menos repartir, distribuir, comprar y dividir para poder jugar al malabarismo político. Sé que el espíritu del presidente Abinader, sus intenciones y hábitos son diferentes. Pero a veces, las propias circunstancias sociales, los comportamientos y las patologías cambian las percepciones o lecturas del propio ADN y de personalidad, al menos, así lo explica la epigénetica.
Estos años son difíciles, duros, complejos, de cambios y de respuestas psicosociales, económicas que, de seguro que van a influir en la economía y el comportamiento humano. Unos aprenderán de la pandemia; otros saldrán peores, los prestadores y actores del sistema financiero mundial, no se afligen, ni cambian, ni dan esperanza de moratoria o de dejar de cobrar intereses a la deuda de países pobres por cinco años para que puedan afrontar las limitaciones económicas ni exonerarles el pago de vacunas.
Estamos ante un mundo global más deshumanizado, más de negocio, el mercado y el capital. La solidaridad, el altruismo, el compromiso internacional, es más distante e indiferente.
Hay que tener un cerebro holístico y asertivo; una actitud reflexiva y tranquila; hay que tomar distancia, descansar y consultar la almohada, para olfatear y observar el tablero político social, pero sobre todo, evitar los tsunamis.
El presidente debe gerenciar conflictos, pero no debe permitir ser parte del conflicto. Fluir con las tres E: equilibrio, equidad y eficacia. Mantener sus estrategias, pero siempre revisar las tácticas.
Cada circunstancia disonante, revisarla, y viabilizarla para que se convierta en resonante. Mantener una agenda general para los consejos de gobierno, para revisar programas y políticas, y una particular para las prioridades y urgencias de los ministros. En fin, cada líder en Latinoamérica debe evitar su tsunami pandémico, económico y político.