Este año se conmemora el 40vo aniversario de los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe, una epopeya que significó un antes y un después en los anales del Deporte Nacional, y fue aprovechada como herramienta política por un régimen represivo que se vio en la necesidad de abrir un espacio de entretenimiento popular en el medio de una gran crisis social.
Como una auténtica odisea fue considerada la jornada llevada a cabo por el liderazgo deportivo local encabezado por el inmortal Juan Ulises García Saleta ante el gobierno del Doctor Joaquín Balaguer para que respaldara y proveyera los fondos en procura de cristalizar la magna feria zonal del músculo en la capital dominicana.
Hay que reconocer que el montaje de ese certamen fue un elemento clave para el inicio de una nueva etapa de la actividad físico-deportiva en el país, tanto en lo organizativo como lo institucional, bajo el impulso e inspiración del renovado movimiento asociativo no gubernamental.
Si bien la representación quisqueyana no rubricó importantes resultados en el ámbito competitivo, al obtener 16 medallas, incluyendo una de oro a manos del pesista Amaury Cordero, el evento fue un real catalizador para la promoción deportiva nacional y el avance del sector en los periodos subsiguientes.
En el orden material, la principal herencia de los XII Juegos fue la construcción del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, primer complejo deportivo moderno del país, integrado por un conjunto de instalaciones para la práctica de diversas disciplinas, además de ser un gran pulmón verde para la recreación y el solaz esparcimiento.
Una vez más en medio de una nación convulsionada que llevó a la oposición a abstenerse de participar en dos elecciones nacionales, el deporte sirvió al Gobierno de turno como válvula de distracción ante la agobiante situación que acaparaba la atención de los medios de comunicación masivos locales y extranjeros.
Durante cerca de dos semanas, la ciudadanía puso especial interés en conocer los resultados de las competiciones, y la actuación de los deportistas criollos, en un acontecimiento inédito en el país.
Pese a las diferencias políticas e ideológicas, se puede afirmar que el pueblo dominicano dio una impresionante demostración de entusiasmo y unidad, respaldando a los atletas nativos en los compromisos frente a sus oponentes de las naciones hermanas.
Tan impactante fue ese acontecimiento del músculo y el espíritu que a finales de ese año (1974) fue promulgada la Ley No. 97, que creó la Secretaría de Deportes, Educación Física y Recreación.
El poder del deporte quedó demostrado con un régimen que tuvo limitada visión sobre los múltiples beneficios de esa actividad para el desarrollo humano, pero que al final pudo convencerse de dar su pleno apoyo al histórico certamen.
Cada vez hay que estar de acuerdo con la expresión de Nelson Mandela, de que: “El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de unir a las personas como pocas cosas lo pueden conseguir. El deporte genera esperanza donde sólo existe desesperación”.