Cuando David Cabrera y Garbiñe Armentia pensaron en rescatar la historia de Lucrecia Pérez, víctima del considerado primer crimen racista de España, tenían una foto en blanco y negro y algunas preguntas. Dos años después estrenan una docuserie que pone al espectador frente a una realidad, la xenofobia, que ni mucho menos ha dejado de existir en el país.
‘Lucrecia: un crimen de odio’ se estrena este jueves en la plataforma Disney +, cuatro capítulos apoyados en decenas de testimonios -su hija Kenia y otros familiares, periodistas, guardias civiles, jueces, abogados- e imágenes de archivo para reconstruir uno de los pasajes más oscuros de la historia reciente española.
Lucrecia, de 32 años, había llegado a Madrid desde Vicente Noble, un municipio de la República Dominicana donde vivía con su marido y su hija. Migró, como tantas otras, para progresar y que Kenia, que por aquel entonces tenía seis años, pudiera estudiar.
Entró a trabajar como empleada del hogar, pero no tardaron en despedirla y tuvo que establecerse en lo que quedaba de la discoteca Four Roses de Madrid, donde vivían más compatriotas.
La noche del 13 de noviembre de 1992 un grupo de cuatro skinheads -el guardia civil Luis Merino y tres menores de 16 años- decidieron dar «un escarmiento a los negros». Una de las balas que salieron del arma reglamentaria del agente acabó su vida.
«Lo que mueve la trama hacia adelante es qué ha pasado, quién ha sido. Pero para nosotros la pregunta fundamental siempre ha sido el por qué», explica Armentia, una de las directoras, en una entrevista con EFE.
«Era un reto, porque solo teníamos una fotografía y a través del material de archivo hemos conseguido algo que nos parece milagroso: proyectar la imagen de Lucrecia en la cara de muchas mujeres» que, como ella, buscaban un futuro en España, incide Cabrera.
¿Fue una vacuna o escurrimos el bulto?
Para Cabrera, la «sacudida social» derivada del crimen -con manifestaciones en todo el país- «nos despertó de la creencia de que éramos inmunes al racismo» y deben servir al espectador como «espejo» en el que mirarse para evitar que algo así se repita.
Aunque el estreno de la obra coincide con el trigésimo aniversario de la sentencia que condenó a sus cuatro asesinos a un total de 126 años de prisión -todos ya en libertad-, la historia sintoniza con una «realidad política y social», como el auge de la extrema derecha y los discursos antiinmigración, que la hace más actual si cabe.
«Desde que empezamos a trabajar hace dos años hasta el día de hoy la cuestión ha seguido flotando en la actualidad, con casos como el de Vinicius y la pregunta de si es España un país racista. En el material de archivo es inquietante comprobar lo actuales que suenan muchas cosas», lamenta el director.
La elección de no odiar
Veinte años después del crimen, Kenia hizo el mismo viaje que Lucrecia: dejó Vicente Noble y se estableció en Madrid (donde trabaja en el Movimiento contra la Intolerancia) en busca de una vida mejor, para ella y para su hijo, y no ceja en el esfuerzo de mantener vivo el escaso recuerdo que tiene de su madre.
«El hecho de ser ella madre le está haciendo revivir todo lo que perdió, todo lo que le quitó el asesinato», apunta Cabrera.
Lo hace, eso sí, desde la fortaleza de quien decide alejarse de la venganza. «Para ella no odiar es una elección y un esfuerzo que le implica esforzarse día a día», valora Armentia.
La docuserie cierra con sus palabras, que son las de una niña de seis años que tiene que convivir con el hecho de que cuatro ultraderechistas redujesen a su madre a una foto en blanco y negro: «De las personas que mataron a mi mamá lo único que sé es que están libres. Rabia, dolor, así es como yo definiría lo que yo siento. Y odio también, pero no quiero eso en mi vida».
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