Armado de un fusil G-3 recorrió los comandos del Partido Socialista Popular en la ciudad en guerra. Junto a Norge Botello, y esta vez con una Cristóbal y dos cargadores invertidos, rindió a la policía en el asalto a la fortaleza Ozama. En compañía de Asdrúbal Domínguez, Maximiliano Gómez y Narciso González ofreció conferencias sobre el carácter de la revolución. Con su hermano Pedro ayudó a recoger a los heridos en combate. Tuvo acercamientos con Francisco Alberto Caamaño, Héctor Aristy y otros líderes de la contienda.
Para Luis Rafael Gómez Pérez el estallido de abril de 1965 no fue un festín de disparos ni de obsesivo afán por obtener y exhibir un arma. Aunque combatió certeramente al enemigo, el proceso le permitió llevar a la práctica una aspiración que ha sido constante en su vida revolucionaria: unir a la izquierda dominicana. Pese a que entonces luchó al lado de dirigentes de otras agrupaciones, después no ha podido cristalizar ese sueño que aún es un objetivo de su espíritu inquieto.
En 1967 retomó con ardor ese trabajo. “La izquierda estaba dividida, como lo está ahora, porque la crítica estaba ausente en la perspectiva de Marx”. Significa que no pocas veces los idearios de estos grupos están conectados a ayudas económicas. Además, cuando más intensa era su labor por la fusión unos eran pro chinos, otros pro soviéticos, pro cubanos, pro albaneses. “Y resulta que la crítica que se desarrollaba no se basaba en liberar las potencialidades de lo existente sino en difundir las ideas de los países o instituciones patrocinadores”. Animado por ese deseo, quizá, se unió a los fundadores del Movimiento de Unidad Socialista, MUS, cuyo ideólogo y líder era Roberto Cassá y en el que además estuvieron Otto Fernández, Carlos Julio Báez, y otros.
Luis, sin embargo, no ha abandonado ese propósito. En sus afanes de transformación social aglutinar a los grupos marxistas es su empeño primordial.
La rebelión de 1965 fue también para él un inmenso escenario en el que comenzó a poner de manifiesto la vocación magisterial que nunca ha abandonado. Hoy no instruye en las calles ni entrena para batallas bélicas pero ofrece cátedras magistrales por las que no cobra. Es profesor de teoría social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Ya era miembro del Comité Central del aún PSP cuando planteó que la organización debía prepararse para la posibilidad de un estallido popular. “La huelga de mayo de 1964 fue una huelga insurreccional, tuvo expresiones de lucha violenta”, recuerda.
Otro indicio muy creciente que entendía como inminente detonante fue la unificación de las diferentes centrales sindicales y la presencia militante de los sectores profesionales “expresándose unitariamente”.
Propuso, además, que el PSP tomara la delantera reclamando el restablecimiento, sin elecciones, del presidente Bosch. “El partido jugó un papel importante” en esa demanda, expresa.
Discusión en los comandos. Durante la guerra, Luis Gómez Pérez tenía su base en el comando denominado “Bisonó Mera”, en la calle Leonor de Ovando “y teníamos una avanzada en la casa de los Paniagua”.
En el alto mando del PSP, Gómez Pérez proponía la búsqueda de “una revolución democrática que desembocara en una socialista”. Otros propugnaban por “una revolución simplemente democrática”.
En el fragor de la conflagración el debate se llevó a los comandos. “Valieron mucho para el partido varias investigaciones sobre la realidad dominicana”. Luis afirmaba que “la formación social era capitalista, atrasada, deformada y dependiente y no semi feudal” como aseguraban otros.
“Para mí la fuerza motriz fundamental era el proletariado, para los otros el campesinado, esa era una discusión en todos los comandos”, narra el escritor y abogado.
Él y Asdrúbal Domínguez ofrecieron conferencias en plena contienda. Entre los comandos que menciona está el que el Movimiento Popular Dominicano tenía en la escuela Argentina. “Íbamos a discutir el carácter de la revolución”. Le acompañaban Narciso González y Maximiliano Gómez.
Sin embargo, dice que las controversias más encendidas fueron “en el comando nuestro que estaba donde está el Miuca”. Tenían otro en la calle Espaillat al frente del que estaban Alfredo Conde Sturla y Justino José del Orbe. El suyo lo compartía con su hermano Pedro, que recogía heridos en una guagua celular de la policía (perrera) de la que luego lo despojaron, y con “el chino González Mera, Braulio Torres, Felipe, un muchacho de Altamira; Rubén Echavarría (Hiroki), Manuel Bueno, un joven apellido Trujillo, el ex piloto Diego Mena”, entre otros.
Vivió la explosión de un obús al lado de “la Avanzada” y la experiencia del asalto a la fortaleza Ozama. “Cuando la policía se estaba yendo hacia el río, Norge y yo salimos a combatirla, estuvimos disparando durante cinco o diez minutos hasta el otro lado. Logramos que los policías se rindieran, los trajimos hasta la casa de ladrillos por el parque Eugenio María de Hostos”.
Con la refriega no concluyó la vida de Luis en el PSP. Siguió con los jóvenes en el ahora Partido Comunista Dominicano hasta que lo abandonó en 1972. Antes de marcharse enfatizó su trabajo en el plano teórico y puso el acento en la investigación. Ahí dejó su impronta como promotor del acercamiento del movimiento obrero y del pueblo al socialismo científico.
Seguramente lo recuerden en Villa Francisca, Villa Juana, Guachupita, Gualey, Ciudad Nueva, Gascue, explicando el socialismo como meta ideal de los explotados y oprimidos.
Pero también en Santiago y regiones aledañas donde trabajó con los marginados orientado por Alfredo Conde.
La salida del PCD quizá no fue tan dolorosa para él como su retiro del 14 de Junio. Esta ruptura tuvo un significado no solo político, sino espiritual. Estaba ahí desde el trujillato, al que también combatió y con estos camaradas experimentó momentos de angustia y de alegría. Compartió celdas, torturas, entrenamiento, deportación, viajes y de cada uno trajo en su mente las estrategias para la liberación y la implementación de un régimen equilibrado, justo. La historia de su presencia en este movimiento es probablemente la más significativa de su existencia sublevada contra el abuso, el capital, el imperio.
No obstante, la formación de siete frentes para la guerrilla que encabezó su entrañable amigo y líder Manolo Tavárez, en 1963, fue el motivo de su alejamiento. “Muy rápidamente quedé convencido de que no había otro camino que dejar el paso a esa estrategia condenada al fracaso…”.