Estamos en el año 2016, ya en pleno siglo XXI. El mundo cambia rápidamente y debe enfrentar los enormes desafíos que ello supone en todos los órdenes. Se requiere de hombres y mujeres capaces de revisar cuanto se ha hecho y dicho hasta el presente; porque las nuevas tecnologías, generan grandes posibilidades para transformar positivamente nuevas sociedades, pero también ponen en peligro la convivencia social y la propia vida en nuestro planeta.
Entre tanto, en el país se vive un estado de virtual anomia social, corrupción galopante, impunidad y grandes déficits; en la educación, la salud, la vivienda, el transporte y la seguridad ciudadana. Todos debemos colaborar para que nuestra nación, sumida en la miseria y en la desinstitucionalización, se reorganice políticamente, en sus procesos productivos y en sus servicios sociales.
Se requiere que las mentes más lúcidas de las nuevas generaciones, que nacieron tras la guerra de abril del 1965, se integren como los actores principales en la reconstrucción de nuestra sociedad. Deben colocarse en posiciones claves a quienes se hayan preparado moral, social y técnicamente para enfrentar las ingentes tareas que tenemos por delante; y que sean capaces de dar participación a representantes de todos los estratos sociales, de acuerdo a sus talentos y potencialidades, sin discriminaciones de ningún tipo; capaces para afrontar sin que les tiemble el pulso para vencer grandes intereses y salvar los obstáculos para alcanzar un mejor destino.
Dentro de los jóvenes profesionales y demás líderes experimentados deben escogerse a los más idóneos en la actualidad para que asuman las mayores responsabilidades en la dirección del Estado, por la complejidad y ardua tarea que les corresponderá, para conducirnos por los cauces democráticos al desarrollo económico y social de esta tierra que tanto lo necesita.
El mejor posicionado para encabezar esta etapa de la vida pública con la nueva generación en el poder, es Luis Abinader Corona, un brillante profesional y empresario que ha sabido incorporarse progresivamente al quehacer político activo, a partir de la plena comprensión y dedicación a la tarea de aglutinar voluntades y buscar soluciones para sacar al país del marasmo en que se encuentra, con la participación de todos los que tengan algo que aportar para la reconstrucción institucional y material; no solo con miembros del Partido Revolucionario Moderno y sus aliados, sino con los descreídos del partidarismo tradicional, los sectores de izquierda; los “reformistas de la luz”, e incluso los peledeistas disgustados que repudien las prácticas cuasi delictuales de gran parte de su podrida cúpula.
Del mismo modo, se requiere una nueva camada de senadores, diputados, municipalistas y dirigentes de gran calidad intelectual, visión de futuro y vocación de servicio, como Eduardo (Yayo) Sanz Lovatón, para que junto a los demás legisladores y funcionarios restablezcan la majestad de la Ley y el orden democrático en esta nación; junto a otros no tan jóvenes, para que ayudemos a establecer un orden jurídico y una maquinaria del Estado capaz de superar los entuertos y miserias prevalecientes.
Eligiendo a Luis Abinader a la presidencia de la República y a Yayo como Senador por el influyente Distrito Nacional, daremos los primeros pasos en la dirección correcta…