Está luchando por los explotados y oprimidos desde la adolescencia, cuando reunía a zapateros y a otros obreros de Santiago a orillas del río Yaque para crear conciencia en ellos de lo que era la tiranía de Trujillo. A partir de entonces este líder precoz se vinculó a estudiosos del marxismo que propugnaban por una sociedad equilibrada y justa a través de movimientos armados, expediciones, guerrillas…
Esos proyectos continuaron vigentes pese a ser derribada la dictadura porque la clave, para él y sus camaradas, no era solo salir del sátrapa, pensaban que la transformación necesaria era tan grande que solo una revolución armada podía reencauzar al país.
Algunos lo consideran un conspirador de toda la vida. No le agrada el término porque le disgusta que lo digan sin entrever en él su condición de revolucionario.
Luis Rafael Gómez Pérez, combatiente de izquierda que militó en el 14 de Junio, el Partido Socialista Popular, el Partido Comunista Dominicano, el Movimiento de Unidad Socialista; que se entrenó militarmente en Cuba y en Caracas, estudió en la Unión Soviética y que a sus 81 años se siente con energía y valor para tomar un fusil si el pueblo se aviene a una guerra fue, sin embargo, monaguillo que tuvo vocación de ser cura.
Las lecturas de ese tiempo y los religiosos que le deslumbraban son parte de su historia que prácticamente solo él conoce, pero que lo orientaron hacia el ideal de lograr una vida digna para los pobres de su Patria.
“Hice contacto muy temprano con la Utopía, de Tomás Moro, se trabajan muy bien las guerras justas e injustas y se hace referencia al tratamiento de Santo Tomás en las guerras justas… Llegué a toparme con ese texto que es una joya a través de Indis, de Francisco de Vitoria”, relata.
Es paradójico que fuera el jesuita Luis Posada quien le creara la expectativa de ser filósofo desde el catolicismo. El preceptor de Ramfis fue a dar un cursillo a Santiago y Gómez Pérez quedó maravillado con su elocuencia. “Al segundo día el padre Quevedo consumó la obra”, exclama.
Llegaron entonces a sus manos El arte de la guerra, del estratega chino Sun Tzu, y la Summa Teológica, de Santo Tomás, pero ningún autor le ha marcado tanto como los dominicos, asegura. “Me deslumbraron y me deslumbran todavía. El Sermón de Adviento fue un manifiesto humano, no lo vi como algo religioso, sino político”, significa este rebelde que también encontró deleite en Fray Pedro de Córdova, a quien admira “inagotablemente” porque planificó el discurso que leyó Montesinos. “Eso no fue un asunto vaticano o papal, fue una acción casi de guerra”, declara.
El estudio constante y el trabajo con dedicación y arrojo le han acompañado desde niño. En insuperable tiempo se graduó de bachiller, mecanógrafo, calígrafo y casi maestro de la ortografía en la academia Santiago, de Antonio Cuello, quien le producía una especie de catarsis cuando dictaba. “Mi consagración era escuchar a ese hombre dictando”. Gracias a estos estudios pudo ser auxiliar de oficina cuando vivió en Buenos Aires, luego de asilarse en la embajada de Argentina después del doloroso e inhumano calvario que experimentó en La 40.
Este guerrero de tantas batallas que pasados los años 70 buscaba un líder de arraigo entre todas las clases sociales para acabar con la arbitrariedad balaguerista, trajo en sus genes la sangre levantisca contra el imperio y el despotismo. Desiderio de Jesús Gómez Morel, su padre, se alzó varias veces en la manigua junto a Desiderio Arias, y María Ercilia Pérez viuda Gómez, la madre, hoy de 108 años, no solo fue simpatizante del caudillo sino antitrujillista que inspiró esa actitud en su hijo.
La agitada izquierda. El papá quitó de su mente el deseo de ser cura enviándolo a estudiar filosofía en la Universidad de Santo Domingo. Vino y se inscribió también en derecho y de inmediato se alineó con quienes sintonizaban con sus ideas políticas. Pipe Faxas, marxista, y él, fueron entrañables. El vínculo que los unió fue fuerte. Habla de él con admiración y se toma horas relatando sus amargas y gratas vivencias.
Darío Solano, Abel Rodríguez del Orbe, Carlos Rizek, Marcio Veloz, Cristóbal Gómez Yangüela, Paco Troncoso, Tirso Mejía Ricart, Tony y Andrés Avelino, Minerva Mirabal, Luis Escobar, Octavio Amiama, Federico Henríquez Gratereaux, atizaron las chispas que habían comenzando a encenderse en Luis desde Santiago, como integrante del Frente Cívico, creador de manifiestos impresionantes para el desarrollo del pueblo encadenado.
Después pasó al Frente Interno, luego Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el de sus mayores experiencias y hasta de estremecimientos cuando recuerda compañeros caídos. Ahí están sus historias de prisión, exilio, tramas, compra de armas, sedición, localización de arsenales y estructuras de cuarteles, impresión y distribución de libros socialistas, fabricación de bombas, tácticas de asalto, lucha en las montañas, ofensiva… Pero se marchó de la agrupación porque no estuvo de acuerdo con la forma en que se planificó y desarrolló la guerrilla de 1963.
No solo conocía con precisión los accesos a la cordillera Central sino que venía de entrenamientos profundos, de prolongadas charlas con Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, de ser discípulo de Freddy Fernández Barreiro, director del proceso armado costarricense que llevó a José Figueres a la presidencia. Sabía que concebido como estaba, el plan sería un fracaso. Tenía desacuerdo con esa infraestructura, cuya formación se ha atribuido a Fidelio Despradel, porque entendía que sustituía la capacidad política de la agrupación y neutralizaba a una parte de sus principales dirigentes.
Se fue al Partido Socialista Popular, “porque mis lecturas desde Venezuela apuntaban no solo hacia la teoría sino a la praxis marxista” y ya se había relacionado con Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello, Narciso y Antonio Isa, Alfredo Conde Sturla y otros.
Revela las causas de la ruptura entre fundadores y jóvenes, errores, el proyecto de guerrilla que se vio abortado por la guerra de abril, los acuerdos y desacuerdos con Bosch y con Caamaño para venir en un desembarco guerrillero, los hombres que el partido enviaría a integrarse a las fuerzas del Che Guevara en Bolivia y también las causas por las que abandonó la organización en 1973.
El catedrático, quien está en la UASD desde 1972, encanta con su conversación fluida y voz modulada que atrajo la atención de América Latina cuando junto a Juan Doucudray orientaba al pueblo dominicano desde una estación de La Habana.
Lograr que contara sus luchas por la liberación dominicana conllevó un gran trabajo de persuasión. Pero en más de dos semanas narró su vida en la agitada izquierda, y en esos relatos aparecen inmensidad de nombres de dirigentes y militantes de facciones ajenas a las suyas, muchos citados en acciones ejemplares o reprochables.
Reitera su disposición a tomar el fusil si es necesario y se le pregunta si la efectividad de su tiro, a los 81 años, es la misma que en sus tiempos juveniles. Reitera que lo haría o habría que amarrarlo. En cuanto a la edad apunta que las historias libertarias son procesos abiertos y que los hombres que despejaron el camino a Fidel Castro en la loma eran ancianos.