En los últimos años, la logomanía ha dominado gran parte del terreno de la moda. Las firmas han renovado sus logos sin cesar, los han estampado en todo tipo de prendas imaginables, e incluso, los han llevado a los maquillajes.
Pero como cada tendencia genera amor y odio y, si bien la obsesión por los logos sigue en auge, era cuestión de tiempo que el extremo contrario volviera al panorama.
Frente al uso desenfrenado de logos está el minimalismo, y en lugar de grandes logos, la ausencia total de ellos, cada vez hay una tendencia que gana más terreno: el lujo silencioso.
Se trata de una predilección que hace referencia a esas prendas de alta calidad y firmas de lujo, pero que no cuentan con ningún logo o detalle característico de la firma.
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En definitiva, se trata de prendas que no tienen pretensiones de ser ostentosas, sino que pasan más bien desapercibidas, salvo para los expertos en moda. Hermès, Max Mara, Bottega Veneta o Loewe, son los máximos exponentes del lujo silencioso.
Esta modalidad irrumpe como una tendencia de la moda rápida y los productos low cost, dirigidos a las masas, y los códigos de su estética se acercan a las corrientes planas y sobrias de los años noventa.
El término habla de productos cuyo valor se justifica, no en una apariencia llamativa, sino en la elegancia de su diseño.