Madre, he ahí a tu hijo

Madre, he ahí a tu hijo

Jesús, al ver a su madre y cerca  a Juan el discípulo que tanto quería, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.

Jesús enfrentó la situación que le tocaría enfrentar a María: viviría bajo el peso de la vergüenza de ser la madre de un ajusticiado por blasfemo y subversivo. Como tantas mujeres de nuestro propio pueblo, ella  no andaba mendigando nada para sí misma. Jesús se le adelantó.

Luego, en ese mismo momento, Jesús se dirige a su discípulo querido y le dice: “Ahí tienes a tu madre”. Es  como si le dijera: — en esta mujer, mi madre, siempre vas a encontrar la acogida que encontré  yo.

Ella te puede enseñar a estar en la fiesta de la vida, pendiente de las necesidades de los demás para ver qué les falta y servirlos (Juan 2, 1- 11). También nosotros, contemplando a María, resumen de la esperanza de los pobres y los justos de Israel, aprenderemos a guardar la Palabra para que se cumpla en nosotros (Lucas 1, 38; 2, 19.51 Para algunos de los que me escuchan, puede resultar dificultoso tomar en serio a María en el camino hacia la fe, la esperanza y el amor.

Si el ángel enviado por Dios la saluda así: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”  (Lucas 1, 28), nosotros también podemos adueñarnos de ese saludo.

Caminamos la ruta de la fe, rodeados por una  “nube de testigos” (Hebreos 12,1), en esa nube, se destaca aquella que fue dichosa, porque creyó (Lucas 1, 45). María jamás competirá con Jesús, ella misma fijó así su postura ante Jesús: “Hagan todo lo que Él les diga” (Juan 2, 5).  Estas palabras de Jesús que comentamos, tienen varias lecciones para nosotros.

Primera lección

Cuando Jesús cayó preso, sus discípulos lo abandonaron huyendo Juan 13, 38; Marcos 14, 50).

 Tenían miedo de correr la misma suerte. Ahora, durante el suplicio de la cruz aparecen varias mujeres y un solo discípulo.

Hoy como ayer, las mujeres dan la cara cuando los hombres nos escondemos.

¿Cuántas Marías están solas y de pie junto a la cruz de la pobreza?  Aquí hay muchos hombres que trabajan duro para llevar unos chelitos a su casa, pero por cada hombre que trabaja duro, hay decenas de mujeres que envejecen más rápido, porque llevan una cruz más pesada.  Baste un ejemplo: donde no hay agua, muchas niñas, jóvenes y mujeres tienen que meterle el hombro a la cruz del agua, y balanceando sus latas en la cabeza, les cruzarán por al lado a hombres, tan fuertes como indiferentes, esclavos del dominó eterno que les domina. El machismo les ha condenado a jamás ser cireneos de esas cruces.

Ellas limpian el rancho y la casita, lavan mil veces la misma ropa y los mismos trapos, que colgarán al viento como banderas desafiantes de una soñada república femenina con dignidad y consideración.

Segunda lección

María estaba de pie, junto a la cruz, y nuestras Marías de pie, haciendo fila de mañanita en el hospital, para conseguir un turno, con el niño en brazos y el trasnoche en el rostro, en lo que aparecen las enfermeras y los doctores.        María junto a la cruz, y nuestras Marías despertando a los hijos y alistándolos para la escuela, con un café y un pan vacío, vistiéndolos de un azul desteñido y planchadito.

María queriendo darle todo al hijo en la cruz, y nuestras Marías queriendo darles, si pudieran, sus propias vidas a sus hijos, y por eso, calculando y equilibrando, con más seriedad que muchos dominicanos prominentes, cómo repartir los chelitos entre tres hijos y el esposo, el almuerzo y la medicina de su propia madre.

Tercera lección

Consideremos el ejemplo de algunas de nuestras Marías. Pienso en Sonia Marmolejos que se trasladó al hospital Darío Contreras, para amamantar a varios niños haitianos, víctimas del terrible terremoto en Puerto Príncipe.

¿Cuándo nos decidiremos a poner a valer y a rendir ese caudal de solidaridad de la mujer y de las madres dominicanas, marianas por solidarias y solidarias por ser tan marianas? Se habla de la energía hidráulica,  y de la eólica, ¿y cómo no se habla de la energía de las mujeres al pie de tantas cruces levantadas por la irresponsabilidad y la corrupción?

Nuestros Obispos han hablado en nombre de tantas mujeres, cuando piden que los grandes problemas nacionales sean “jerarquizados por su relevancia, urgencia o repercusión”, cuando señalan la notable falta de jerarquización en el Presupuesto Nacional, a la hora de asignar “el capital disponible “en relación con las necesidades nacionales.” (Mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano, 27 de febrero, 2010, No. 10).   

Cuarta lección

Jesús sigue interpelando a las madres dominicanas, “ahí está tu hijo”. Mujer de recursos, ven, ¡ponte de pie junto a la cruz donde padecen tantas dominicanas y dominicanos! Mujer y madre de recursos, lo que te sobra tiene dueño, ¡es de tus otros hijos!

Mujer profesional con tu trabajo logrado con uñas y dientes luego de una carrera de obstáculos, comparte tu saber, ponlo a rendir en esfuerzos que reestructuren nuestro gasto público, en leyes que impidan que cada campaña electoral sea una nueva cruz sobre el hombro del pueblo.

Mujer pobre, María de todos los días, ejemplo de entereza, ¡aviva tu fe!,  dialoga con los muchachos, con tus esposo y los vecinos. Saca tiempo para organizarte que aquí hace falta un vino nuevo, porque como nos lo señalan nuestros obispos: “la vida ha perdido entre nosotros su grandeza e inviolabilidad”. Nos falta “más dinamismo y acciones rápidas y eficaces ante los problemas que nos acosan. [Problemas] creados por nosotros, [que] no se resuelven por sí mismos”. (Mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano, 27 de febrero, 2010, No. 13 y 17).

¡María, Madre de Cristo y de la Iglesia, enséñanos a todos, a hablar menos y a ser más solidarios!    

¡Madre dolorosa, comparte tu fe con nosotros para reconocer en ese hombre clavado en la cruz, hijo tuyo y hermano nuestro, al Hijo de Dios!

Que así sea, amén. 

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