Desde «la estructura de injusticia que impera en nuestra sociedad dominicana», hasta las «necesidades y calamidades» que motivan a valiosos jóvenes a salir del país en busca de un mejor destino, los oradores del principal sermón de la Semana Santa recurrieron a asociaciones metafóricas para describir a este pueblo como colocado en una trayectoria de pesares que, justamente, amerita demandas a ser escuchadas sobre todo por gobernantes y políticos, a cuyas acciones y omisiones son atribuibles «los enriquecimientos ilícitos que despojan a la mayoría hasta del pan de cada día». Apoyándose en los evangelios de la crucifixión, los predicadores abogaron por un perdón para aquellos que «no saben lo que hacen» aunque probablemente no siempre pudiera creerse lo mismo a nivel local.
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Una de las frases atribuidas a Jesús sirvió de base para resaltar «la ausencia de respeto a la dignidad de las mujeres» por el hecho, entre otras realidades, de que «el 88% de las muertes maternas serían evitables» sin que se avance en disminuirlas.
Vistos por el clero acusador subido a púlpitos, los dominicanos sufren un abandono similar al del Señor por falta de honestidad «empezando por quienes dirigen sus destinos».
Hablaron de una nación que padece sed por falta de protección a los recursos naturales porque los políticos «prometen y no cumplen». A su decir, en el país reina el clientelismo y la gente «anda con miedo» hasta de la Policía. Negar fundamento a esas voces sería difícil.