Ciento sesenta y cinco años antes de que empezáramos a contar la era cristiana, Terencio desde la Roma imperial y seguidor de la cultura griega dijo en una de sus comedias: Hombre soy: nada humano me es ajeno.
Don Miguel de Unamuno en su obra Del Sentimiento Trágico de la Vida tradujo dicha expresión del latín original de la manera siguiente: Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Este último pensador en sus Reflexiones sobre la Regeneración de España manifestó: Y el pueblo está aquí en lo firme; su aparente indiferencia arranca de su cristiana salud. Acúsanle de falta de pulso los que no saben llegarle al alma, donde palpita su fe secreta y recogida. Dicen que está muerto los que no lo sienten cómo sueña su vida.
He necesitado de este pie de amigo para poder ser capaz de referirme a una lastimosa y amarga experiencia que debe servir para levantar una alerta grande a la población que ignora las barbaridades que en pleno siglo XXI aún se llevan a cabo en el seno de nuestra moralmente carcomida sociedad. Se trata del caso de una niña de escasos cinco meses quien de acuerdo a uno de sus progenitores fue producto de un parto normal y estuvo gozando de buen estado de salud hasta los noventa días de nacida, cuando empezaron a aparecer manchas oscuras en la piel. Dichas lesiones semejaban moretones y estaban esparcidas por distintas partes del cuerpo. Eran notorias en los muslos, piernas, brazos, espalda y cara, variando de antiguas a recientes.
Pediatras, hematólogos, dermatólogos y ortopedistas, entre otros, fueron consultados. Se hicieron infinidad de análisis de laboratorio cuyos resultados fueron interpretados como normales. Una tomografía computada de cráneo reveló un hematoma detrás de la oreja. Repentinamente la menor dejó de respirar tornándose azulada, siendo llevada a la emergencia de un centro de salud privado a donde fue recibida en condición de cadáver.
El cuerpo sin vida fue trasladado al Instituto de Patología para fines de autopsia médico legal. El examen externo del cuerpo de la víctima arrojó datos patológicos muy llamativos: se contabilizaron varias mordidas causadas por una persona adulta. Habían contusiones y fracturas tanto frescas como antiguas. Lo más llamativo era una fuerte contusión en la nuca que había generado hemorragias en la superficie de ambos lóbulos temporales cerebrales. La muerte se debió a trauma craneal severo con fractura.
Las lesiones cutáneas, de órganos internos, cabeza y cerebro representan el cuadro clásico de maltrato al menor, descrito en 1946 por el Dr. Caffey como Síndrome de Abuso al Niño. A partir de esa fecha se cuentan por millares los reportes de abuso infantil descritos en la literatura médica. Se trata de un cáncer social insertado en el seno familiar y mantenido bajo la complicidad de vecinos y autoridades. Los emergentólogos y pediatras deben estar al tanto de las distintas manifestaciones de esta entidad.
Así podrían detectar a tiempo la agresión a que son sometidos estos infantes por padres y tutores, evitando así que se llegue al infanticidio como aconteció en este probable filicidio.
Quien calla otorga sentenció Martí, en tanto que la voz popular hace cómplices a los que guardan silencio o se muestran indiferentes ante el crimen.