El Comando Cibao Central de la Policía Nacional, con asiento en la ciudad de Santiago, se ha convertido en una silla caliente para su alta oficialidad, pues generales se van y generales llegan a esa plaza y ninguno logra dar pie con bola frente a una delincuencia desbordada a la que no parecen encontrarle respuesta, a pesar de las bravatas y amenazas conque advierte a los delincuentes cada nuevo incumbente que toma posesión.
El asesinato en circunstancias todavía no aclaradas del folklorista Víctor Erarte, cuya investigación asumió personalmente el mayor general Eduardo Alberto Then, es una nueva afrenta a la sociedad santiaguera ya que en esta ocasión la desgracia ha tocado a uno de sus hijos más queridos, pero también un gran reto para la institución del orden, que debe emplearse a fondo para identificar y apresar a su asesino o asesinos.
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Con varios casos aún pendientes de esclarecer, entre los que figuran los asesinato de un conocido abogado en la puerta de su casa y una mujer a la que gatilleros a bordo de una motocicleta persiguieron y ejecutaron en plena calle, delante de todo el mundo, es aún mayor la presión de la opinión pública hacia la Policía y sus investigadores.
Mientras tanto, los santiagueros no saben qué hacer para protegerse de la delincuencia común y la criminalidad, que en muchos casos, como los asesinatos arriba citados, tienen el sello inconfundible del sicariato, que muestra inquietantes señales de que echó raíces en República Dominicana. Y en ese estado de indefensión es lógico que culpen a la Policía, a su escasa presencia en las calles, sobre todo allí donde mas hace falta su vigilancia preventiva.
Una Policía que, para colmo, prefiere los mangos bajitos y si están desarmados mejor, como los taxistas de Uber a los que hace unos días les cayó a bombazos y perdigonazos por marchar contra los altos precios de los combustibles, protesta pacífica que concluyó con un saldo de varios choferes heridos y otros apresados de manera violenta y ultrajante.