Manual de insensatez

Manual de insensatez

Guido Gómez Mazara

El actor público debe insistir en acompañar su conducta con una altísima dosis de prudencia. El juicio crítico y los niveles de empoderamiento de la sociedad aumenta de manera considerable, y cada día, los ojos de la ciudadanía se constituyen en juzgadores implacables. Desafortunadamente, ya nadie está en capacidad de imponer, desde otras instancias, mañas en segmentos con suficiente información e independencia para no dejarse confundir. La plaza pública puede ser agitada y manipulada, pero al final de la jornada existen herramientas indispensables para el desempeño, y tanto en los niveles altos, medios y bajos, los parámetros son coincidentes.

La referencia bíblica toma importancia al establecer que todo tiene su tiempo bajo el sol. Por eso, acelerar procedimientos y adelantarse a los acontecimientos produce un efecto contrario al deseado. De ahí, el manual de insensatez escrito por un puñado de torpes que, siempre confunden los recursos económicos, como única vía para alcanzar la meta. Jamás la fuerza exclusiva del dinero sustituye al talento. En consecuencia, el trabajo, compromiso y formación no se adquieren en un golpe de inversión en opinadores y miembros del sicariato mediático, siempre dispuestos a » decir» lo que le pagan.

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En el territorio de la política la demencial confusión del fondo con la forma permite un dislocamiento de prioridades y la singular apuesta a lo estrictamente personal. Un verdadero espíritu democrático juega al proyecto colectivo porque las individuales son corrosivas. Así, se construye una identidad de conjunto en capacidad de impactar en núcleos ciudadanos, dándole paso ulterior a individuales urgidas del respaldo de mayorías.

La jurisprudencia está muy fresca en el registro de los electores, siempre dispuestos a penalizar, la impertinencia de creer que se puede burlar constantemente a tanta gente buena, deseosa de una ruptura auténtica con los viejos moldes de la política.

Ser diferente es hacerlo, no decirlo, accionar en los esquemas modernos resulta traumático al no demostrarlo en los hechos y la fascinación por lo aparente garantiza un producto de baja calidad.

Al final, los liderazgos no se construyen en microondas. Afortunadamente, el antídoto institucional anda consignado en el artículo 150 de los estatutos del partido, el cual prohíbe la promoción de aspiraciones a cargos de elección popular a lo interno del Partido fuera de los plazos estipulados en la ley, las resoluciones de la Junta Central Electoral (JCE) y los propios Estatutos.