Marca país: la otra cara

Marca país: la otra cara

No es lo mismo relanzar un país para dinamizarlo, que establecer una marca país. No es igual trabajar una identidad o construir un nuevo perfil de la dominicanidad, que ofertar un país para hacerlo próximo, digerible, ofertador de servicios, seguro, afable, acogedor, de oportunidades, transparente, conectado, jurídicamente creíble y equitativo en el trato.
La marca país se viene trabajando desde la economía del postre: café, cacao, azúcar, cigarro, hasta la economía de servicio, de playa sol y arena.

Cada gobierno y cada ministro de turismo, pone en práctica la marca país a partir de lo que ofertamos y desde los que nos identifican como isla y como destino. Campañas resientes ofertaban a Dominicana como “un país inagotable” y “un país que lo tiene todo”.

La identidad social de un pueblo se reconoce desde su historia, su cultura, gastronomía, su costumbre, su religiosidad, su símbolo, su lengua; pero también, desde su fusión de razas, su diversidad, su sincretismo, y sus valores que le hacen diferente de los demás países.

“Los dominicanos ¿quiénes somos?” ¿Cómo nos percibimos hacia dentro y cómo nos perciben desde fuera? ¿Qué nos identifica, o nos aproxima a los otros; pero a la vez, nos aleja y nos imposibilita establecer una marca? Ofertar un país de servicio de calidad, o servicios baratos, de mercado seguro, de exportación recono de gente de trabajo, de valores y principios intransigentes, de respeto a las normas, de institucionalidad, de referencia de buenos tratos y seguridad ciudadana.

Cada país busca conectarse, crecer, desarrollarse, competir, ser un referente, detener su sello propio y su propia marca; para establecer un destino diferente, soportado en su mejor inversión que son sus ciudadanos.

Alemania trabajó por décadas la marca país, para desmontar las creencias y crímenes nazistas; para ser un país respetado, seguro, de exportación y servicio de calidad, y diferente al resto de Europa.

Japón ha construido una marca país, en un destino moral, seguro, educado, sin corrupción, de exportación de calidad y precios más altos que los de China, pero logro establecer una diferencia, basada en altruismo, trabajo y respeto a las normas.

Para ofertar y proyectar un país se invierte mucho en publicidad, en los mercados turísticos internacionales, a través de las actividades: turismo, música, deportes, comercio, exportaciones, seguridad, etc. Diríamos que son cosas tangibles, que se puede ver y reconocer, pero a veces son coyunturales, circunstanciales, debido a que dependen de lo global: pandemia, economía, política internacional, fenómenos atmosféricos, etc.

Los países que invierten en marcapaís, también invierten en la otra cara; invierten en lo intangible como Singapur, Taiwán, Japón, o sea, en la educación, en los valores ciudadanos, en las leyes, normas, seguridad, honestidad, transparencia, salud, reglas claras, servicios de calidad y calidez, comercio competitivo, con inversión en el desarrollo sostenible, en la calidad del empleo y en el fortalecimiento de sus instituciones y su democracia.

La diferencia entre marcapaís, identidad y relanzamiento, descansa en construir un nuevo perfil, un nuevo ser social, una nueva política y una democracia de referencia hacia lo intangible que es lo perecedero, el espíritu y los hábitos de una ciudadanía orgullosa y respetada de su historia y su identidad.

De intentarse se puede, pero hay que tener un para qué, para entender el cómo y el porqué somos así, en Dominicana; la otra cara de la marca país pendiente.

En resumen, la marca país es una estrategia del desarrollo con crecimiento para lograr una referencia hacia dentro y fuera, de que poseemos las virtudes, la reciprocidad, la honestidad y el sello de marca que nos hace ser diferentes a los demás.

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