La escritora se creó en un mundo habitado por la angustia y el placer donde los seres humanos se agotan reivindicando amores absolutos. Queda abierto el espacio literario de la Duras, mujer rota y absoluta que pretendió durante toda su existencia vencer a la muerte.
Marguerite Duras, durante toda su vida literaria marcó momentos en los que la literatura respondía o acompañaba las sensibilidades que marcaban algunos grupos de la sociedad francesa. Todavía después de su muerte el misterio Duras ocupa muchos cerebros.
La escritora se ha manifestado dentro de la sociedad francesa como una mujer singular, desbordante de imaginación con recursos estéticos de creación que siempre quiso que les pertenecieran. Fue rebelde, con pulsaciones de independencia de niña salvaje como acostumbraba decir.
Indochina en los años de su nacimiento, 1914, perteneció al colonialismo francés; su padre del sur de Francia, aristócrata privilegiado fue nombrado director de escuela ,cargo que ejerció en la sociedad camboyana y vietnamita, con autoridad de hombre temido y respetado.
Marguerite vivió en la abundancia y el lujo de las residencias de los franceses, es decir, en un esplendor exagerado frente a la agonía del pueblo asiático y de toda su miseria.
Todo le preocupaba, todo le provocaba, recibía las quejas de los domésticos y se maravillaba del lujo y los vicios de la sensualidad ostentatoria de la nobleza china y del poder colonial.
Es en su niñez que esta escritora se apodera para siempre de su universo novelesco, en esta profusión de los contrastes y violencia en las imágenes de la vida y de la calle; todo le llegaba de la luz de la ademanes de los asiáticos, la humedad de los atardeceres, la carga verde, la vegetación invadiendo la casa, pero también los gritos desesperados de los presos que invaden la sociedad.
El “exotismo” asiático en el que creció Marguerite Duras se vestía de belleza sensual y de toque de queda.
En su obra literaria, respiran los olores de Asia como lugares fúnebres y del deseo.
Sus personajes son entregados al amor, así lo leemos en India Song, donde el cuerpo cae en estado de coma en una habitación clandestina del Hospital Americano de Saigon.
En sus novelas estamos siempre en una búsqueda frenética de un amor absoluto imposible, radical.
Este amor es el tronco de su última novela El Amante, que le dio el premio Goncourt en 1984. Esa novela es un canto,el placer del cuerpo una alegoría a la felicidad y de darse al deseo y al sexo. Duras declaraba que “la pasión es la manera más salvaje de vencer la soledad. Rechazar todo ahorro moral, todo tabú y celebrar la fiesta del placer frente a la censura”.
En aquel entonces, Duras tenía apenas quince años, era bella, coqueta, natural, con un aire brillante que le daba esa fuerza sensual que la empujaba a asumir y a vivir su inatinto. Descubre en los brazos del chino la violencia de ser amada; hacer el amor con el amante chino que le duplica la edad, era para ella la mejor forma de sentirse definitivamente libre.
La escritora persigue sus novelas, como persigue encontrarse con un amor imposible. El tema del amante en literatura es tan importante como el de su vida, muchos críticos piensan que siempre es el mismo hombre idealizado y sublimado que la Duras buscó hasta el último soplo de vida.
“Moderato Cantabile” se inspiró muy rectamente de la relación destructora que la misma Duras tuvo con su amante Jarlot.
Este libro significa un giro importantísimo; es su libro más sincero donde establece una nueva relación con la literatura; antes que ella escribía al pasado. ´
A partir de ahora, cuenta y se da cuenta en directo. Con Moderato, la escritora entra en las ediciones de Minuit, considerada la de los intelectuales del momento, la más vanguardista también. Esta casa editorial simboliza el templo de los escritores del “nouveau roman” (nueva novela), considerados hasta cierto punto los protagonistas de la incomunicabilidad.
El mismo año publica Moderatto, el escritor Butor es galardonado con el premio Renaudot por La Modificación.
Duras odia el principio de una nueva moda literaria y acusa a los del “nouveauroman” (entre otros, a Alain Robbe Grillet, Michel Butor y Philippe Sollers de ser “hombres de negocios, cuyo capital seria el éxito y la moda…”
Con el impulso de Hiroshima mon Amour y Moderato Cantabile, Duras entra en la Academia Médicis. Muchos dicen que Duras tenía expectativas pasionales con las novelas, con las palabras y con los ruidos, y unas ansias tan grandes que nunca se sintió satisfecha por su obra.
A partir de los años 60, se empieza a preocupar por el cine, convirtiéndose en “la escritora que se dedica a filmar”. Su participación la lleva lejos del cine comercial, con su producción más lograda “India Song”, como un puente.
En esta película hace una labor de exploradora: inserta en la misma muchos ruidos y sonidos precisos, risas, retazos de conversaciones, ruidos del mar y gritos de pájaros; quiere ante todo expresar Asia.
La banda sonora de la película está escrita como una partitura, las frases están numeradas y clasificadas según el instante en el que se producen. Durante el rodaje, los actores actúan a los sones de esta música que sale de un pequeño radio. Lo que filma es un mundo en ruinas.
India Song es la historia de una escritura visual y del ritmo de una imagen, cuyo lenguaje funciona como la lectura de un texto. El éxito viene también de la interpretación de la actriz francesa Delphine Seirig, actriz fetiche que marcó la sociedad francesa en los años-mayo del 68.
El cine será para Duras el trampolín de su obra, un año después de Hiroshima mon Amour. Cannes en su festival se levanta en aplausos, con el Moderato Cantabile, donde la sublime y amada actriz francesa Jeanne Moreau, recibe el premio de interpretación.
La Moreau, brilla de belleza, de inteligencia y elegancia, junto a su coquetería intelectual. Estamos en el 1960, uno de los mejores años del Festival de Cannes, el premio fue tan espectacular como una tarea de tauromaquia, Fellini gana con la Dolce Vita, y Antonioni con L’Avventura.
Son unos años de grandes replanteamientos del amor, pero la Duras sabe que en el amor hay que aceptar “algo trágico, desconocido e irresistible”.
Duras odia el principio de una nueva moda literaria y acusa a los del “nouveauroman”
(, entre otros, a Alain RobbeGrillet, Michel Butor y Philippe Sollers de ser “hombres de negocios, cuya capital seria el exito y la moda”