Mariano Rivera fascinado en su primera visita a Cooperstown

Mariano Rivera fascinado en su primera visita a Cooperstown

Nueva York — Mariano Rivera se quedó quieto en la entrada de la Galería de Placas dentro del Salón de la Fama del Béisbol. Se quedó mirando a las paredes, maravillado por la experiencia. Estaba muy lejos de su natal Puerto Caimito en Panamá.

“No lo puedo entender. Es simplemente increíble. Es demasiado”, dijo Rivera al asimilar su primera visita al Salón de la Fama. “Es algo inmenso salir de un pueblito de pescadores a un sitio donde está la crema y nata”.

“Para alguien como yo que amo el béisbol, lo que estos hombres hicieron y nos dejaron como legado, no puedo haber tenido un día más fabuloso”, añadió.

El recorrido de Rivera, acompañado por su esposa, Clara, en una mañana soleada y fría en el norte del estado de Nueva York, se produjo menos de dos semanas después que se convirtió en el primer jugador que sale elegido en la votación para el Salón de la Fama. El ex relevista de los Yanquis de Nueva York acaparó los 425 votos emitidos en la elección de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica.

Edgar Martínez, Mike Mussina y el extinto Roy Halladay también fueron elegidos por los periodistas, mientras que Harold Baines y Lee Smith fueron seleccionados en diciembre por un comité de veteranos. Los seis serán exaltados el 21 de junio en Cooperstown.

Hijo de pescadores, Rivera firmó con los Yanquis en 1990 y, armado con una recta de 87 mph, se sumó a la Liga del Golfo en Florida. Cinco años después, a la edad de 25, debutó en las mayores con los Yanquis. Tras desempeñarse como preparador de mesa y estar a punto de ser traspasado, Rivera irrumpió en 1996, en la primera campaña del manager Joe Torre, como uno de los mejores relevistas del béisbol.

“Un grupo de gente pudo ver las habilidades que yo tenía en varias facetas”, dijo Rivera. “Quería ser abridor, ciertamente, pero no era lo mío. Solo quería ser feliz jugando pelota. Gente que era bien inteligente me puso en un rol en el que pude brillar”.

Un pitcheo hizo que Rivera fuera casi intocable — su venenosa recta cortada, responsable de tantos bates rotos, y que descubrió en 1997. Como compañero del torpedero Derek Jeter, el zurdo Andy Pettitte y el receptor Jorge Posada, todos formados en la organización, Rivera fue vital para que los Yanquis ganasen cinco campeonatos de la Serie Mundial 1996 y 2009.