Eran más de un millón de personas y todos buscaban lo mismo: mejoras sociales en Chile.
Algunos ondeaban banderas del país. Otros hacían sonar pitos. Varios más mostraban carteles y también había quien golpeaba ollas y sartenes para hacer sonar su sentir.
De norte a sur, las protestan pacíficas hacían eco entre sí en el octavo día de marchas contra el gobierno de Sebastián Piñera, que han dejado al menos 19 muertos. La concentración en la plaza principal de Santiago fue inédita.
La intendenta –gobernadora– Karla Rubilar, informó en Twitter que había más de un millón de personas congregadas aunque más gente llegaba a la zona y calles aledañas.
“Aquí está marchando todo Chile, son diferentes dolores, con diferentes tristezas, pero con mucha esperanza», declaró.
En la capital chilena se observaban adultos mayores, jóvenes, padres con sus hijos, estudiantes, profesionales y obreros. Los manifestantes expresan demandas de mejores salarios, jubilaciones y educación expresadas por una masa sin voceros ni organización aparente.
La analista Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, dijo a The Associated Press que la magnitud de las manifestaciones es inédita, nunca vista durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990) ni desde el restablecimiento de la democracia.
Más temprano, en el vecino puerto de Valparaíso fue evacuado el Congreso chileno, por primera vez desde que se reabrió en 1990 tras el fin de la sangrienta dictadura que dejó más de 40.000 víctimas, incluidos 3.069 asesinados.
La evacuación se produjo luego de que centenares de manifestantes intentaron pasar su perímetro de seguridad en medio de enfrentamientos con la policía, que los reprimió con violencia. Los congresistas y el personal administrativo fueron evacuados mientras grupos de encapuchados levantaban barricadas y lanzaban piedras contra la policía antimotines.
La víspera el Congreso aprobó un proyecto de ley que rebaja las tarifas eléctricas y fue enviado por el presidente Piñera, quien firmó el viernes una nueva iniciativa para mejorar levemente las pensiones de los más pobres. No obstante, estas medidas no han logrado frenar las protestas.
Para algunos analistas, el panorama podría complicarse aún más. “Después de lo que hoy vimos en las calles de Santiago, es difícil imaginar una salida que no involucre la renuncia de Piñera y nuevas elecciones», dijo la AP la académica Jenny Pribble, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Richmond, Estados Unidos.
Un paro de camioneros y de medio centenar de recorridos del transporte público complicaba la situación de la periferia sur de Santiago, que perdió la línea del subterráneo por los saqueos e incendios de sus estaciones.
Los camiones circularon el viernes lentamente por el tramo de la ruta que une el país de norte a sur y que pasa por un costado de la capital, a los que se sumaron automovilistas y motociclistas que ondeaban banderas chilenas y letreros que decían “No+TAG», un peaje que se paga en autopistas y carreteras construidas por privados.
En las autopistas de la capital chilena, los automovilistas pagan en promedio entre 35 y 130 dólares mensuales, dependiendo del uso. Los camiones pagan valores muy superiores por sus largos trayectos.
El ministro de Transporte, Rafael Moreno, indicó que los peajes no subirán este año. El subterráneo movía a 2,4 millones de personas a diario en sus seis líneas. El viernes sólo funcionaba el 39% de sus estaciones. Las autoridades estiman que volverá a estar totalmente operativo en casi un año.
En la ciudad unos 4.000 autobuses reforzaron el transporte después del estallido social que siguió a las protestas de los estudiantes por un alza en las tarifas del metro y que derivaron en violentos saqueos e incendios de supermercados, farmacias, grandes tiendas y pequeños comercios, seguidos de multitudinarias manifestaciones en todo el país, que tiene a 12 de sus 16 regiones en estado de emergencia y con toque de queda.