Nuestra cultura está llena de conceptos espirales e interminables, conceptos infructuosos y amagues. Estamos atados a la lealtad, nos aferramos a las personas o a las estructuras políticas, aunque no tengamos resultados positivos y colectivos. Si fuéramos a describir ese comportamiento sociológico y enfermizo de la población dominicana diríamos que no somos una cultura Pragma.
La palabra en griego para acción es Pragma; nuestro accionar sociopolítico no ha logrado integrar la teoría con la práctica, o mejor dicho, vaciar las teorías y crear una acción en conjunto que beneficie a todos los sectores de la sociedad. Debemos entender que la mejor manera de salir de este ciclo vicioso que nos ha llevado a la pobreza y a la corrupción, es rompiendo las acciones repetitivas, adoptar estilos que promuevan el pragmatismo por encima de los intereses personales.
El pragmatismo, la acción basada en la verdad y no en los intereses de un partido en particular genera un ambiente de confianza y de esperanza; podemos ver a Singapur, una sociedad abandonada y olvidada debido a su extrema pobreza e incontrolable corrupción que arropaba a esa nación, pero por encima de esa realidad socioeconómica lograron establecer una política que obedecía a una trayectoria y a una dirección basada en una visión de Estado y un pragmatismo de un real crecimiento económico.
Seguimos aplaudiendo y hablando de la revolución de abril, y así debe ser, recordando a nuestros héroes; pero no hemos sido capaces de vaciar el mensaje y el espíritu de esa gesta o hazaña, no hemos logrado llevarlo a la pragma, a la acción, a lo práctico. Si nos detenemos a mirar, nos daremos cuenta que seguimos con los mismos problemas cardinales, por ejemplo, seguimos sin agua potable, la pobreza nos sigue abarcando, inseguridad ciudadana, el sistema educativo politizado, entrega de nuestros recursos naturales a sectores externos, deforestación y contaminación de los ríos; podemos ver la corrupción en todos los estamentos de la sociedad.
Esto nos hace pensar que no somos pragmáticos, porque seguimos pensando en las mismas personas, los mismos partidos; la misma vaina, el mismo ciclo, el mismo pelotero con diferente uniforme. ¿Acaso va a funcionar un país cuando tenemos un congreso que no representa ni encarna las realidades del pueblo dominicano? La mayoría de ellos, los congresistas, compraron su posición a base de dinero y no por una convicción profética para redimir esta media isla; no son pragmáticos, no usan la verdad para gobernar.
Si queremos una República Dominicana redimida del pozo negro de la miseria; si realmente estamos deseando un pueblo librado del envilecimiento; entonces debemos convertirnos y elegir profetas sociales que sean ambiciosos, pragmáticos y visionarios para crear programas de industrialización, institucionalidad y que tomen en serio cada día el beneficio colectivo de nuestra única nación.
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