El tema sobre la aptitud deportiva y el desarrollo de talentos con el fin de alcanzar la excelencia competitiva no solo concita la atención en los círculos deportivos y educativos de las naciones avanzadas, sino también en los ámbitos políticos, económicos y socio-culturales. El interés por trascender a través del deporte, también ha incidido en las naciones en vías de desarrollo, aunque con desventajas en materia de recursos científicos y tecnológicos.

Para el Dr. Dietrich Harre, autor de la obra “Teoría del Entrenamiento Deportivo”, la determinación de la aptitud es de una naturaleza compleja, donde las perspectivas para comenzar en la etapa de alto rendimiento son más prometedoras, tanto más integral haya sido el desarrollo de las características del rendimiento del joven deportista durante su entrenamiento como incipiente talento.

En el campo práctico del diagnóstico de la aptitud se realizan análisis de indicadores que, tomando como base los factores esenciales del rendimiento, reflejan objetivamente el proceso evolutivo del joven deportista. Los principales son: indicador del nivel de rendimiento, indicador del ritmo de incremento del rendimiento e indicador de la estabilidad del rendimiento.

Un programa de talentos, según la tratadista australiana Deborah Hoare, se sustenta en bases científicas genéticas y medioambientales. La primera significa que un grupo de personas nacen con mayores capacidades para la entrenabilidad. También existe firme evidencia en cuanto al rol que juega el medio ambiente y los factores sociales en el desarrollo de los atletas.

Si bien una buena parte de los especialistas se ubican en los extremos opuestos, la realidad es que la contribución de la combinación de ambos varía de acuerdo con las demandas de cada deporte en particular. De ahí que los deportes se ubican en distintos grupos según sus características. Por ejemplo, el atletismo, el ciclismo y el triatlón se agrupan en los deportes cíclicos, repetitivos, con grandes demandas físicas y fisiológicas.

En tanto que la natación, la gimnasia y el boxeo, se ubican en los deportes individuales con una combinación de demandas físicas, fisiológicas y de destreza. Por su parte, el baloncesto, el béisbol, voleibol, hándbol y jockey, se agrupan en una combinación de demandas físicas, fisiológicas, destrezas y tomas de decisión. El bádminton, el tenis y el squash son colocados entre los deportes de raqueta, mientras que el bowling demanda alta destreza y limitada posibilidad para escoger con base a las ciencias.

En el proceso de evaluación de los talentos se pueden emplear pruebas de laboratorio y pruebas de campo. Las más divulgadas y menos costosas son las últimas, aunque menos precisas. Tiene la ventaja que se pueden evaluar grandes cantidades de deportistas en tiempos relativamente cortos. Las pruebas de laboratorio son las más precisas y confiables para la medición de variables relacionadas con los factores que tienen incidencia en el rendimiento deportivo utilizando equipos sofisticados de niveles diversos. Por ejemplo, el análisis de las destrezas se lleva a cabo con equipos de filmación especiales, incluyendo analizadores de acciones biomecánicas para establecer la fidelidad de los movimientos.

La fuerza se evalúa en el laboratorio con dinamómetros donde no solo se mide la capacidad de tensión absoluta del músculo, sino que se puede realizar una diferenciación selectiva de la tensión a diferentes ángulos con movimientos excéntricos y concéntricos. El poder aeróbico se puede estimar midiendo la máxima capacidad de consumo de oxígeno con ergómetros y analizadores de gases acoplados a mini computadoras.

Finalmente, debe quedar claro que después de la identificación y selección del atleta se le debe facilitar una adecuada infraestructura que facilite el desarrollo de su potencial. Es decir, la asignación de entrenadores de calidad, programas efectivos de entrenamiento y competencias, acceso a instalaciones, utilería adecuada, indumentaria y, sobre todo, servicios de ciencias aplicadas al deporte.