El 54 por ciento de empleados mostraron insatisfecho por el salario que reciben, siendo las mujeres en mayor proporción las que manifestaron sentir que no reciben el pago justo por el trabajo que realizan, según la encuesta de cultura política del Instituto para la Investigación Social para el Desarrollo.
En tanto que el 45 por ciento de los entrevistados se declararon algo o muy satisfechos. A nivel de edad la menor conformidad se evidencia en personas entre los 35 a 44 años mientras que los jóvenes de 18 a 24 años muestran mayor satisfacción con el salario recibido.
“Estos resultados ubican a las mujeres en una situación especialmente vulnerable ante el empleo, ya que presentan menos acceso a un trabajo pago, son mayoritarias en la categoría ocupacional más asociada a la carga de cuidados del hogar (amas de casa) y, por ende, en el trabajo no remunerado”.
Igualmente, un 36% de los encuestados declararon que trabajaban por cuenta propia, un 31% en el sector privado, el 17% en una institución pública, 9% profesional liberal y 6% informal.
De las personas que dijeron estar desocupadas, el 40% tenía alguna discapacidad, el 38% eran amas de casas y el 16% estudiantes.
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Ingreso por hogar
Al consultar cómo los encuestados consideran su nivel de ingresos mensuales, una minoría de 24% dijo considerarlo como muy bueno o bueno, mientras que el 30% lo calificó como suficiente y el 44% como malo o muy malo.
La alimentación con un 32%, seguido de la vivienda con 25% y el pago de deudas en 14%, representaban los tres principales gastos en los hogares de los encuestados, dejando poca posibilidad para el ahorro o adquisición de otras cosas de interés.
Por otro lado, las personas consultadas consideran como indicador de pobreza no poder acceder a determinados bienes, como es el caso de obtener con facilidad medicamentos de salud (43%), tener un computador con internet en el hogar (19%) y contar con una vivienda cómoda y acogedora (17%).
“Considerando el contexto de la pandemia, donde la salud pasa a ser una condición mucho más preciada, cuando la vida laboral y el acceso a la educación están altamente condicionados por el acceso remoto a través del internet y el confinamiento implica estar limitado al hogar, no tener acceso a estos servicios implica una situación material de alta vulnerabilidad y, además, continúan dentro del renglón de bienes de consumo básico”, establece la investigación.