Medidas de mucho sentido en estos momentos críticos. Es consecuente con la realidad actual la política oficial en marcha de invertir al nivel de miles de millones de pesos restados de sus ingresos para con ellos contener alzas aunque líderes de oposición apuesten a procurarse capital político explotando a su manera la dura confrontación del país con las adversidades disparadas por la pandemia y la guerra ruso-ucraniana que de fuera llegan.

Renunciar a que ingresaran a las arcas estatales RD$6,693 millones en un trimestre para estabilizar precios de los carburantes se traduce, en medio de la tormenta, en una solidaridad gubernamental con desenvolvimientos cruciales de los gobernados porque los combustibles son imprescindibles para todas las formas de moverse productiva y socialmente.

Una mitigación muy incluyente porque todas las clases sociales y su diversidad de desempeños en busca de ingresos, fabricando y prestando servicios, necesitan que por la economía circulen a los más bajos precios posibles unos líquidos y gases derivados del crudo comparables a la sangre que recorre arterias y venas del cuerpo humano.

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La supresión transitoria de aranceles a un importante número de artículos terminados de consumo popular y para el público en general va en la misma dirección como auxilio al consumidor aunque debería recibir el complemento de exenciones impositivas para las materias primas e insumos importados que el país no produzca como son los propios materiales energéticos.

El apoyo a los consumidores es conciliable con la reducción de cargas fiscales para renglones de la producción local estando el país muy subordinado en áreas de la alimentación y la salud a la gruesa importación de componentes para procesar comestibles y medicamentos que tanto se fabrican nacionalmente.