Cualquiera diría que debe ser suficiente la coincidencia del Presidente Danilo Medina y el Gobernador del Banco Central, Héctor Valdez, para acometer la tarea de aumentar el salario a la clase trabajadora hasta el nivel que permita corregir la desigualdad social, un anhelo generalizado carente de contradictores claros.
Pero, paradójicamente, en la actual democracia participativa tal coincidencia entre la máxima autoridad monetaria y el Jefe del Estado resulta insuficiente. Se requiere también del consenso empresarial y sindical, gestión históricamente difícil de cumplir por aquello de la lucha de clases. La última ronda del diálogo tripartito en el Comité Nacional de Salarios (CNS), del Ministerio de Trabajo, terminó mal, con la retirada intempestiva de los sindicatos opuestos al incremento del 14 por ciento aprobado por el CNS y los patronos.
Los sindicatos redujeron su propuesta desde 25% hasta 20%, mientras los empresarios ofertaron aumentos de entre 8.9 y 11%, sin retroactividad a seis meses, como pedían los trabajadores.
Hablando el miércoles frente a ADOEXPO, Valdez Albizu, pidió al empresariado mejorar los sueldos para que el actual desarrollo económico se “derrame” sobre toda la población, contribuyendo a reducir la pobreza.
Junto al Gobernador del BC, el Presidente Medina ha sido promotor de un reajuste salarial “digno”, pero queda claro que la aspiración del mandatario se enfrenta a dos escollos importantes: primero, la postura del alto empresariado renuente a subir más allá de lo ofertado sin recibir concesiones fiscales y, segundo, su propia condición de candidato a la reelección.
No parece previsible que empresariado y oposición le concederán al candidato Medina las ventajas políticas coyunturales derivadas de una significativa alza salarial, lograda en medio del fragor de la campaña electoral ya en curso.
Pero Medina es un caso sui generis y usted nunca sabe.