José Núñez 
José Núñez
Tal como mencioné en una columna anterior el flujo migratorio no solo aumenta cada día de Latinoamérica hacia Norteamérica, sino que hay un éxodo gigante desde África hacia Europa.
En su libro “Clandestinos, ¿qué hay detrás de la inmigración ilegal?”, el periodista español Martín Aldadur desnuda en cerca de 300 testimonios el viacrucis que pasan miles de personas tratando de alcanzar otras costas, sobre todo las europeas.
Y para mostrar la paradoja del polémico tema, Aldadur cita que “más de 40 millones de europeos salieron de sus países, principalmente hacia América, entre 1815 y 1915”. Fueron muchos los que abandonaron Islas Canarias y se establecieron en Venezuela en los años 50.
Ahora, y a merced del ritmo de las guerras y hambrunas, las embarcaciones –pateras y cayucos- no cesan de salir de África. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señala que más de 25 mil personas han muerto desde 2014 intentando cruzar las aguas del Mediterráneo. Y según otra fuente, en 2022 hubo 330 mil intentos de entrar a Europa sin autorización. Es una enorme masa humana de diversos países. Es de triste recuerdo la muerte de más de 300 personas cuando en octubre de 2013 se incendió una embarcación que salió de Libia.
Este jueves, los jefes de Estado y de gobierno de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) pactaron “acelerar los procesos de devolución de migrantes irregulares” y buscar fondos para reforzar las fronteras.
Mientras tanto, el Mediterráneo es una tumba que crece.
