Una vez frente al objetivo, el coronel Caamaño nos ordena desplegarnos en abanico para copar la mayor parte del recinto o caserío. El avance se inicia con el coronel Caamaño, el mayor Guzmán Acosta y yo por el flanco derecho. Cuando nos acercábamos a la casa de guardia, los hombres que estaban ahí se retiraron a toda prisa hacia el interior para volver de inmediato, aumentadas sus filas, en actitud desafiante, enarbolando machetes, palos y cuchillos y gritando que “las balas se volverían bolas de algodón”.
“En ese momento, del grupo sale un hombre que era mudo, gesticulando y dando a entender que nos conocía a Francis y a mí (ciertamente nos había reconocido) y se acerca hacia nosotros en actitud belicosa, cuando suena un disparo y cae herido a mi lado el mayor Guzmán Acosta con un balazo en el pecho, y mientras me ocupo de atender al mayor herido, oigo un golpe seco y veo que el mudo le ha dado un garrotazo a Francis.
“Pero al mismo tiempo estoy viendo que se nos viene encima un grupo de unos 15 o 20 hombres, por lo que no puedo socorrer a Francis y entonces me giro, con el mayor Guzmán Acosta entre mis piernas, y abro fuego de ametralladora sobre el grupo provocando la fuga de los sobrevivientes, y cuando me vuelvo hacia Francis veo que este, desde el suelo, saca la pistola y le da un balazo en la boca al mudo, justo cuando lo iba a bandear con su machete.
“Ya para ese momento el choque se había generalizado: se suceden disparos, bombas y gritos. Libre Francis de su atacante me grita: “¡Viejo! ¡El general! y me señala hacia un grupo de donde hemos visto salir disparado el kepis del general, y Francis vuelve a gritarme: “¡El general! ¡El general!”, entonces yo dejo en suelo a Guzmán Acosta y me dirijo disparando hacia el lugar desde donde salió el kepis y cuando llego me encuentro con el general tirado en suelo, ya muerto, y a un viejo que le decían “Componte” bailando como un indio a su alrededor”.
“Hago preso a “Componte” y a otros y pregunto: ¿Por qué mataron a ese hombre? Y uno me respondió: “Porque Olivorio Mateo no quiere entrometidos”. Mientras me ocupo del grupo el coronel Caamaño se acerca y retira el cuerpo del general. En estos momentos el tiroteo es algo generalizado e incontrolable”. El general era Miguel Félix Rodríguez Reyes, quien para cuando ocurrían estos acontecimientos, era inspector general de las Fuerzas Armadas.
Los párrafos anteriores forman parte de las memorias que dejó inéditas una de las figuras con mayor conocimiento no solo de los hechos sino de lo que ocurría en Palma Sola antes y durante “la Masacre”, Alejandro Deñó Suero (Chibú), hombre de confianza del coronel Caamaño Deñó. En ese momento era teniente de la policía adscrito a los Cascos Blancos.
El general Belisario Peguero ordenó a Caamaño partir a Palma Sola en misión de investigación para informar al Gobierno lo que estaba pasando ya que, según Chibú, “existía mucha preocupación al respecto en las altas esferas oficiales”. Estuvieron en el lugar como médicos, junto a Plutarco Caamaño Medina, tío de Francis.
Concluido ese encargo que Chibú narra minuciosamente refiriendo el comportamiento de Plinio, de los más de 150 hombres uniformados de fuerte azul luciendo machetes en la cintura, los peregrinos, calvarios, rezos, prohibiciones, ceremonias, iglesia, “La Santa”, el altar, el trono, otros ritos y creencias, Chibú volvió a Palma Sola.
Esta vez fue el presidente Rafael Bonnelly quien le comunicó: “Te vas a ir a Las Matas de Farfán vestido de civil y recogerás toda la información que te sea posible sobre lo que se dice allí en relación a los mellizos” (Romilio y León Ventura Rodríguez).
Apunta Chibú que “para ese tiempo el asunto de Palma Sola había salido a la luz y ese día 21 de diciembre de 1962 había tenido lugar, frente al cuartel de la Policía de Las Matas de Farfán, un incidente violento entre seguidores de los mellizos, agentes policiales y civiles mateños que acudieron en ayuda de la uniformada y en el cual había resultado muerto un civil”.
Llegó a Las Matas “en el momento en que guaguas y camiones se dirigían hacia Palma Sola, circunstancia que me sirvió para captar la hostilidad de los mateños hacia los seguidores de Olivorio Mateo, que se manifestaba en discusiones e insultos. Se les decía a los creyentes que eran brutos e ignorantes porque iban a hacer brujerías a Palma Sola”.
La tensión, el nerviosísimo, el temor de los de Las Matas se basaba en un canto entonado en Palma Sola: “San Juan será pa’ leña / y Las Matas pa’ carbón/ cuando llegue el remenión / no pregunte cuanto son”.
En esa segunda visita tanto Caamaño como Chibú reportaron lo visto y vivido a Belisario Peguero y a Bonnelly. El jefe de la policía les mostró cartas y telegramas “en los que autoridades de la región, entre ellos el cura párroco de Las Matas, le pedían que pusiera fin a las actividades de los mellizos en Palma Sola”.
La tercera visita de Chibú se produjo el 28 de diciembre con una tropa compuesta por 100 agentes, más la oficialidad. Rodríguez Reyes “y dos oficiales americanos vestidos de verde olivo”, fueron vistos con sorpresa por Caamaño y Chibú en la madrugada del 28 en el hotel Maguana, donde se detuvieron a tomar café.
Memorias rescatadas. Los testimonios de Chibú fueron recogidos en España en 1987. El activo militar constitucionalista le dictaba al izquierdista Juan Bautista Castillo Pujols, con quien sostuvo una relación fraterna. Ambos fueron vicecónsules en Barcelona.
Chibú nunca hablaba ni sentía orgullo por su actuación en Palma Sola, comenta Castillo. Lo motivó a escribir una afirmación publicada por Juan Manuel García en su libro “La masacre de Palma Sola (Partidos, lucha política y el asesinato del general: 1961-1963) acusando a Chibú del asesinato de Rodríguez Reyes.
Castillo Pujols conservó las Memorias y la respuesta de Chibú al periodista. Los trabajos, mecanografiados por Castillo, fueron entregados al culto periodista Alberto Fernández, residente en Barcelona, para que revisara la gramática. Castillo los envió a su padre, el maestro Juan Bautista Castillo (Blanco) para que los publicara.
Blanco, sin embargo, no los pudo publicar. “Chibú siempre me preguntó por qué”, afirma Castillo Pujols quien escuchó esta inquietud del combatiente hasta en su lecho de muerte.
Las copias de Blanco y Suero desaparecieron. Castillo conservó la suya que permite conocer, por primera vez, nuevas versiones y revelaciones de la Masacre de Palma Sola.