“Menores calientes” o víctimas. Cada cierto tiempo en el país se presentan escándalos con casos de niñas y adolescentes abusadas y/o explotadas sexualmente por figuras públicas.
En los casos de abuso y de explotación sexual se tiende a culpabilizar a la niña-adolescente por “provocadora” “sexy” o “calientes”.
La sociedad dominicana históricamente ha legitimado el abuso sexual, incesto y la explotación sexual de niñas y adolescentes, desde la identificación del acto no como un crimen o ejercicio de violencia sexual sino como la respuesta a una provocación.
El imaginario cultural despoja al hombre de su responsabilidad como abusador y/o explotador sexual de niñas y/o adolescentes entendiéndose que responden a su “naturaleza instintiva” sin autocontrol, son las niñas-adolescentes y mujeres que deben controlarlo/frenarlo.
Le invitamos a leer: Prima de Rochy RD: «Las menores andan en su diligencia, en su dinero»
En el estudio que realizamos sobre Masculinidades y Violencia de Género (Vargas/Profamilia 2019) muchos hombres y adolescentes de diferentes estratos sociales relataron sus prácticas cotidianas de acoso y violencia sexual hacia niñas y adolescentes. Justifican sus comportamientos como reacción a la provocación de las niñas y adolescentes quienes “se buscan” que las violen. En ningún momento se identifican como agresores sexuales, no ven sus actuaciones en conflicto con la ley.
Junto al abuso sexual y su justificación se encuentra la explotación sexual que colinda con ello y tiene las mismas raíces culturales. El uso de transacciones económicas con el cuerpo de niñas y adolescentes es explotación sexual independientemente del supuesto consentimiento o no que tengan las adolescentes de ello. Las niñas y adolescentes no tienen poder de decisión sobre su cuerpo y su comercialización responde a los círculos de violencia que viven desde muy temprana edad.
Los estudios sobre trata con fines de explotación sexual en población infantil y adolescente muestran claramente como desde temprana edad muchas niñas y adolescentes son víctimas de explotación sexual por familiares que realizan transacciones económicas con ellas y sus cuerpos y generan en ellas la aceptación de su situación de explotación desconociendo que son víctimas de explotación y las secuelas que tiene para su desarrollo integral y su salud sexual y reproductiva.
Se hace necesario entender que las niñas y adolescentes no son “calientes” ni “provocadoras” son víctimas de una sociedad machista que se vuelve indiferente ante el acoso y abuso sexual continuo y cotidiano en la vida social fortaleciendo estas prácticas que hunden a nuestras niñas y adolescentes en el deterioro de su autoestima y su desarrollo. Se necesita que en las escuelas, comunidades, familias se rompa con estos estigmas hacia las “menores” y se revierte la mirada de alerta hacia la población masculina con sus conductas de agresión y explotación sexual que deben ser denunciadas y perseguidas.