La única recompensa por andar demasiado rápido en la vida, es llegar primero a las puertas de la muerte.
Autor Desconocido
La prisa, lo inmediato, lo instantáneo. Esa suele ser la marca de este siglo. Nos sumamos a ello sin darnos cuenta, autómatas de la modernidad, de lo éfimero, lo pasajero y lo intrascendente. Descartamos todo aquello que nos ata, nos detiene, o nos impulsa a la inactividad al silencio o la quietud. ¿No es acaso el estrés, un mal de este siglo? Producto de una ansiedad desmedida de poseer, nos olvidamos de ser y por supuesto, de dar.
Porque para dar tenemos que tener, y para tener, tenemos que ser, saber quiénes somos, qué queremos, qué tenemos.
Y ese descubrimiento necesita de un espacio de tiempo para reflexionar, profundizar y filosofar sobre nuestro destino. Y, lamentablemente, muy pocos lo hacen. Algunos por falta de tiempo y otros, porque no les interesa.
En consecuencia, este egoismo colectivo tiene que pagar dividendos a la vida, que los cobra sin prisa, pero sin pausa, en enfermedades, paranoia, depresión, quiebras y fracasos materiales y emocionales. Ese vacio interior que no llena la riqueza ni la bonanza, el éxito o la fama, es el resultado de una vida sin silencios, sin quietud, sin generosidad, sin solidaridad, sin paz Una vida sin espacios ni paréntesis para despertar el pensamiento, abrazar los sentimientos y abrir la puerta a nuestro ser interior, permitiendo que nuestro espíritu se revele, y nos llene de poder y gracia.
Pero si usted, amigo lector, piensa que esto es muy raro, que es una insensatez improbable, con dolor le diré que es más frecuente de lo que pensamos, porque lamentablemente, esta generación ha sido conformada para esta vorágine que atonta y bloquea los sentimientos y emociones más elementales para sembrar los valores, los principios y la fe. Observe a su alrededor. ¿Alguno de sus hijos, o amigos de sus hijos, se entretiene leyendo un libro? ¿Alguno de ellos le ha pedido ir a una obra de teatro? ¿Alguno se deleita de vez en cuando con una música culta? Sin embargo, es muy frecuente verlos frente a un televisor, o una computadora, o con audifonos individuales para oir la música electrónica de estos tiempos, o la poesía que narran los merengues de calle. Los juegos electrónicos no solo disipan sino que aislan y entorpecen el fl uir de cosas más trascendentes a su cerebro sub-utilizado.
Los sitios de diversión tienen la música tan alta que impide obviamente la conversación, y mucho menos la conversación inteligente. Los BB han creado un nuevo lenguaje para ganar tiempo. Cortando palabras y sustituyéndolas por un anárquico idioma, mientras se comunican a distancia, aunque la persona interlocutora esté cerca, o en el mismo lugar, impidiendo de esta forma el lenguaje gestual, las miradas y el encuentro de almas, que solo se produce en un enfrentamiento físico. Y no es que estemos en contra de la modernidad, de las nuevas expresiones musicales de este tiempo. ¡No!, pero en lo que no estamos de acuerdo es en el uso indiscrimado, en la sustitución de lo esencial, en el exceso, evidenciado en el obvio desequilibrio frente a los valores más elementales.
Es por eso que las decisiones se toman de prisa, los asuntos importantes no sucumben a la refl exión, y el tren de nuestra vida recorre a toda prisa, sin control ni paradas. Ese tren expreso se viste de fiesta, de desatino, de descaro, de superficialidad, de irresponsabilidad y descarada algarabía, sin percatarse de que el peligro acecha y en cualquier instante, nuestro tren puede salirse de su cauce para estrellarse en el vacío y la tristeza, la depresión o el olvido.
Y es en ese instante de obligada lucidez, que vemos la vida como un carnaval, lleno de luces, de ruido, de ensordecedora alegría, como falsa y pasajera manera de esconder la tristeza detrás del antifaz. Disfrutemos de nuestro carnaval, pero que no sea nuestra vida un carnaval, donde por fuera aparentemos bonanzas y alegrías, mientras por dentro, cuando te despojas del disfraz, encuentres una absoluta soledad. En cambio, llena tu vida de momentos de plenitud, regalándote momentos de silencio y reflexión, que te permitan sembrar tu zapata, de sólidas raíces imposibles de doblegar. En nuestra portada y entrevista central, disfrutarán de las hermosas imágenes de Eva Arias, Miss R.D. Universo 2010, quien impregna nuestras páginas del colorido de nuestro Carnaval Dominicano, mientras nos confiesa sus experiencias y logros durante la jornada de su reinado. Pero además, interesantes reportajes, nuestras variadas secciones y las actividades sociales más relevantes de la quincena, atraparán su atención para el disfrute de su contenido.
Hasta la próxima y que Dios les bendiga,