Nos pasamos parte de la vida en evidente e intensa carrera para conseguir cosas, y la misma vida nos sorprende con la realidad apabullante de su fragilidad. Cualquier evento puede detener esa alocada carrera y nos permite ver que nada deja de ser y nuestras antiguas prioridades no sucumben sin nuestro auxilio.
Este valle de lagrimas que es a veces la vida, puede convertirse en un paraíso, pero no deja de tener sus pruebas, que serán tan intensas o fuertes, como necesarias, para aprender lecciones que no atinamos a aprender en la bonanza. Y esa fragilidad de la vida nos amenaza a todos: jóvenes, sanos, fuertes, viejos, poderosos o humildes. En ese momento, nuestra fe es probada. Y nuestra fortaleza emerge cuando esa zapata de la fe ha sido sembrada cotidianamente con la búsqueda y conocimiento de la Palabra. Dios usa muchas veces un revés para hacernos avanzar, lo que no significa que nos envía las cosas malas que nos pasan, sino que permite que nuestro comportamiento inadecuado nos lleve hacia donde lo dirigimos.
Bien lo dice la Palabra en Gálatas 6, 7: No se engañen; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Normalmente, nuestros reveses son fruto de nuestra propia indiferencia a un Dios-Padre, al que tenemos guardado para cuando las cosas se ponen difíciles, o al que abiertamente obviamos, porque nos creemos auto-suficientes. Sin embargo, como bien afirma Eillen Cady, en su libro Abriendo las puertas de tu interior, La fe llega con la práctica. Vive con fe hasta que esta sea como una roca, inquebrantable, y encuentra la verdadera libertad del Espíritu.
Porque sin dudas, Dios es fiel y siempre cumple sus promesas. No importa la realidad que vivamos, lo difícil o imposible que parezca, el tierno y amante cuidado de Dios en la unidad de cuidados intensivos de la vida, siempre nos tocará con su misericordia.
Todos los seres humanos pueden contar grandes retos y lecciones en sus vidas. Lo importante es dar testimonio vivo de que Dios actúa y de que de generación en generación, grande es su fidelidad*.
En esta edición de ES, Abril nos sorprende con dos celebraciones aparentemente diferentes: la labor periodística y la Semana Santa o Semana Mayor, donde recordamos a Jesús hecho hombre y muerto en la cruz por nuestros pecados. Pero sobre todo, un Dios que resucita de entre los muertos para darnos vida eterna. Un Cristo que nos dejó el legado de la verdad y del amor. Proclamar la verdad y vivir la verdad es pues la responsabilidad de todo creyente. El periodista tiene, adicionalmente, la sagrada misión de informar la verdad, pero no sólo escribirla, sino vivirla con su ejemplo, en consonancia con lo que cree. Porque la verdad no solo se proclama, ¡se vive!.
Descubra pues, en este tiempo de reflexión, aquello para lo que Dios lo usará en este tiempo que es la vida. Descubra el propósito de su vida. Vívalo a plenitud y asimile el gozo de ser hijos del Dios Altísimo. Porque esos percances de la vida, esos retos que encontramos en el camino, serán simples tropiezos que afianzarán nuestra fe, y de los cuales, sin duda alguna, saldremos victoriosos, reconfirmando lo que dice el apóstol Lucas Semejante es al hombre que, al edificar una casa cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover porque estaba fundada sobre la roca. Doy testimonio de esta gran verdad.
En nuestra portada y entrevista central, compartimos con nuestros lectores una exclusiva con el periodista Ismael Cala, quien con gran orgullo afirma que Las noticias te mantienen con los pies en la tierra. Pero además, interesantes reportajes, nuestras atractivas secciones, la opinión de nuestros colaboradores, lo más actual y las actividades más relevantes de la quincena, les ofrecen un contenido lleno de diversidad, atractivo y diversión.
Disfruten una Semana Santa en familia, en paz y amor y sobretodo, con el espacio de reflexión que los llevará a ser mejores seres humanos.
Hasta la próxima y que Dios les bendiga