Pareciera que ese fuera el objetivo de muchos y muchas que se dedican a hoy llamamos farándula en República Dominicana, sin medir consecuencia, sin el más mínimo de empatía siempre y cuando sea para garantizar los views o números, tanto en las plataformas digitales como en redes sociales.
Y yo sé que hay quienes se preguntan al igual que yo ¿cómo se arregla esto? ¿Qué pasa por la mente de quienes producen y promueven este tipo de contenido? Pero además, ¿debe ser regulado? ¿Quiénes son los que dan vida a estos personajes?
Miles y miles de comentarios de la gente que posiblemente luego se lamentaría si una situación pasa a mayores, porque puede pasar y ya lo hemos visto. Para muestra lo escenificado recientemente por dos damas que protagonizaron una pelea la cual nunca dejó de ser grabada, ni siquiera para ayudar a separarlas, y sin reparo alguno.
Siempre he dicho que pertenecer al medio artístico supone grandes sacrificios; como el nivel de exposición; que tu vida personal sea de interés público; la presión de hacer un disco, actuación, concierto o puesta en escena o simplemente lidiar con los efectos de la popularidad.
Pero eso no debe traducirse a ser blanco constantemente sobre asuntos que nada tiene que ver con la carrera artística de la figura en cuestión, una dinámica en la que las mujeres siempre se llevan la peor parte.
La búsqueda desesperada de “sonido” como le decimos ahora a los escándalos y controversias está reemplazando al talento y la preparación, hacer crónica rosa o periodismo de entrenamiento, salvo algunas excepciones, ha sido desplazado por mal llamados influencers que se sienta detrás de un micrófono y delante de una cámara a destrozar en el lenguaje las soez posible.
A veces quisiera pensar que esto no se hace adrede, que quizás es un tema precisamente de ignorancia, pero no, también responde a líneas editoriales de ciertas plataformas para generar sus interacciones. La sociedad que consume este contenido también tiene su cuota de responsabilidad y son quienes le dan vida a estos personajes comentando, siguiendo y compartiendo por lo que mantener distraída de los temas que sí importan ha sido muy fácil.
Ojalá el arte, la cultura y el entretenimiento vuelvan a ser ese motor de la comunicación, ese que permite la expresión de emociones, pero también de mensajes que invitan a reflexionar sobre nuestra existencia, problemáticas sociales o la vida misma.
Es una pena que en un país que produce tanto talento los temas que tenga mayor resonancia son acusaciones de infidelidades, cuantas operaciones se ha hecho alguien o quien o quienes se acuesta una figura.