Lamentablemente en nuestro país el embarazo en la adolescencia se maneja como “un problema”, lo que sesga su abordaje y genera mucha discriminación hacia las adolescentes que se embarazan y son madres.
Se adolece de una mirada a profundidad del fenómeno desde elementos como: la diversidad del imaginario cultural femenino y masculino de la maternidad-paternidad y del desarrollo social, las diferencias entre embarazos deseados y no deseados y su presencia en distintos estratos sociales, lo que afecta negativamente a las adolescentes.
En los estratos medios al igual que en los pobres existen adolescentes que se embarazan y algunas llegan a ser madres. (Conapofa-Ramírez y Vargas 2008).
Puede leer: Entre mujeres
Las reacciones ante el embarazo de una adolescente en familias de estratos medios son distintas a las que se presentan en los estratos pobres (Ibídem). Se identifica como “una metida de pata” con una fuerte condena social porque se percibe que “afecta el estatus y la dignidad de la familia”. Algunas de las consecuencias en estos estratos son las siguientes:
- Imposición de celebración de boda. “Cuando se lo conté a mi mamá se puso histérica y me dijo que tenía que casarme, que le dijera a él que fuera a casa porque teníamos que hacer una boda, ella no iba a aguantar los chismes”.
- Ocultamiento de la adolescente embarazada. En los casos de negación de matrimonio por la pareja, se obliga a la joven embarazada a no salir de la residencia, tiene que trasladarse a otro lugar o al extranjero.
Las adolescentes de estratos medios señalan que sus madres, padres y familiares mantienen una actitud de rechazo y la culpabilizan permanentemente por “haber metido la pata” por ello prefieren no hablar de su embarazo “eso fue un infierno, no quiero recordarlo”.
Otro factor que incrementa el aislamiento y la frustración en ellas es el rechazo de los centros educativos. No permiten que continúen asistiendo, tienen que convertirse en “estudiantes libres” para que “no contagien a las otras adolescentes”.
En los estratos pobres se presentan también centros educativos que continúan la práctica de expulsión pero oculta, con la sugestión de las adolescentes embarazadas para que continúen sus estudios en el programa de “adultos”.
Se necesita una ruptura con la visión del embarazo en la adolescencia como “problema” “generador de pobreza” y “frustración”. Esto genera estigma y exclusión hacia las adolescentes, refuerza el machismo y la irresponsabilidad de los que embarazan (hombres-adolescentes).
Es contradictorio promover por un lado la vida y por el otro estigmatizar, aislar y maltratar a la adolescente que se embaraza, convirtiendo su embarazo-maternidad en un “infierno”, hecho de muerte y no de vida.