Dónde están los ojos que me miraban?
¿Dónde está la voz que me cantaba?
¿Dónde, aquélla que consejos me daba?
Y te fuiste, como un año que pasaba.
Más se fue, y sé que ya jamás volverá,
¿Quién en su regazo me consolará?
¿Quién pondrá en paz mis pensamientos?
Es corto el tiempo y el desorden pasará.
Dónde te escondes, ¿a dónde te has ido?
Mira que el amor llegó a mi corazón…
Un nuevo canto mi alma ha cantado,
El amor llegó y la tristeza me quitó.
Y tú que te fuiste también me cantabas,
Susurra a mis oídos con tu hermosa voz,
Tanto en diciembre como en enero
Esos consejos y regaños que me dabas.
Te amo, te amé y siempre te amaré,
Abuelita, estés donde estés, no importa
Siempre un consejo te pediré… Y allí…
En mi corazón siempre lo encontraré.
María de los Angeles Bastianelli
Cada 30 denoviembre asoma la nostalgia a mi corazón. Es el día de San Andrés, y mi abuela Andrea nació ese día y por eso fue bautizada con ese nombre. Era la madre de mamá Ana Dionisia Ben Rodríguez.
No puedo olvidar sus eternos vestidos camiseros, de algodón fino para soportar el calor tropical. Su moño blanco como la nieve colocado en la nuca, y agarrado únicamente con dos pinzas amplias que sostenían aquella larga cabellera que nunca quiso cortarla. No concibo nuestra niñez sin su presencia. Después de haber vivido mucho tiempo con su hija menor, pasó a vivir con nosotros, y se hizo íntima amiga de mi abuela paterna, que era china y nunca aprendió a hablar el español. Se amaban y se comunicaban por señas. Se miraban largamente entablando un diálogo hermosamente silencioso y natural. Pasaban largas horas juntas sentadas mirando la nada y conversando en un lenguaje de señas que ambas inventaron Tenían la misión implícitamente secreta de ser las espías de los nueve retoños de mamá y papá.
Cuando mi padre tenía la granja “La Altagracia”, había una cabaña rústica donde nos encantaba pasar los fines de semana con ella. La entretención nocturna era simplemente escuchar sus cuentos repetidos una y otra vez. Nos hablaba del galipote, de los peligros de la noche, de la maravilla de los astros y de su pobre niñez y cuánto debió trabajar para levantar a sus hijos. Adoraba sus abrazos, su ternura infinita. Tuvimos la dicha de tenerla por mucho tiempo. Murió a los 101 años.
Hoy que Dios y el destino me regalaron la dicha de ser tres veces abuela, la recuerdo ahora con más ternura. Y cuando abrazo a mis nietos, estoy con ellos haciendo cuentos, jugando los juegos de mesas, viendo videos, meciéndolos en sushamacas, acompañándolos en sus caminatas, complaciendo sus caprichos a sabiendas de la bronca que me darán sus padres, besándolos hasta agotarlos y protestar, tomándoles fotos de todas sus ocurrencias y ellos protestando porque los tengo cansados y solo dicen ¡Más fotos no, abuela! Pienso en abuela Andrea y quisiera que cuando sean adultos y haya partido de ese mundo me recuerden con la ternura que hoy la recuerdo a ella.
Guardo en mi corazón las noches en que nos sentábamos a su alrededor para que ella repitiera sus cuentos, y nosotros, los más pequeños de los nueve hermanos, nos quedábamos embelesados escuchando. Así espero yo quemis nietos puedan atesorar en sus corazones esos momentos íntimos que hemos vivido y espero seguir viviendo con ellos.
Me enternecí cuando Rafael Eduardo recordaba que, en su época de niño pasado de peso, yo lo acostaba en la cama y le pedía que se sumiera para subirle la cremallera del pantalón. O cuando le enseñé a jugar cartas, ajedrez, pictionary y dominó. Que juntos recortábamos los carros que aparecían por doquier e hicimos un “algún” (era incapaz de pronunciar la palabra “álbum”) con carros pegados. Todavía lo conservo. Cuando hicimos el álbum de los pájaros y buscábamos por doquier las fotos que vendían para pegarlas.
Quiero que Andrés recuerde cuándo empezó a jugar conmigo dominó y fue tan diestro que una vez le ganó varias partidas al “abuelito” Wenceslao Vega y no cabía en sí de gozo. Que recuerde nuestras caminatas en Jarabacoa buscando los pajaritos y molestando al vecino para que nos mostrara lospajaritos de su colección. Que recuerde cuando íbamos en cada cumpleaños a satisfacer sus fantasías. Cuando usaba mi Ipad y mi celular para acumular todos los juegos imaginados, arrebatándome los equipos dejando yo de ser su propietaria.
Quiero que Lucas me siga llamando “Lela”, porque era imposible para él pronunciar una palabra tan larga como “abuela”. Que recuerde cuando se dormía en mis brazos y cantábamos nuestra canción de cuna inventada: “Lucas, Lucalín, Luca lucalán, ese es el niñito de mi corazón”. Cuando pintábamos con los colores, y no le gustaba que tirara sus dibujos, y tenía que guardarlos en una caja plástica para recrearse en la próxima visita.
Quiero agradecer que los hijos que me dio la vida, Arancha y Rafael, con sus compañeros, Héctor y Rocío, me abrieron sus brazos y corazones para que yo tuviera el privilegio de ser abuela, sin haber sido totalmente madre. Que me hicieran el regalo para que mi cuerpo y mi alma disfrutaran al máximo el placer de amar sin condiciones, sin límites y con el mayor desinterés del mundo.
Doy gracias a Rafael por el regalo de esta familia, y por lacoronación de este amor en tres regalos maravillosos que tienen sus nombres y sus peculiaridades: Rafel Eduardo, Andrés Eduardo y Lucas. El primero fue un niño tranquilo que gustaba jugar colocando en orden perfecto los carros. El segundo es un terremoto con energía inagotable, deportista y enérgico hasta desquiciar. El tercero es un niño cariñoso, dulce y parlanchín hasta agotar a los adultos, pero también testarudo. Cuando llegan a la casa y se avalancha uno a uno sobre mí para abrazarme, no puede existir mayor alegría ni mayor regalo. Doy gracias a este momento de mi ciclo vital que me ha permitido haber sido hija, hermana, nieta, mujer, esposa, madre y abuela. Por eso vivir y cumplir años es una dicha porque es la única forma de experimentar todas esas hermosas y diferentes expresiones del amor.
Gracias abuela Andrea, por haber sido abuela. Y hoy, después de tantos años de tu partida, recuerdo tu ternura infinita, tu presencia vitalen mi vida. Haber sido tu nieta, me ha ayudado a ser mejor abuela.