“Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.”
(Alberto Cortes)
William Jana Tactuk y yo nos conocimos a temprana edad. Ambos nacimos y crecimos en nuestro querido y nunca olvidado barrio de San Carlos. Su familia y la mía se conocieron y cultivaron una sana amistad enriquecida en la medida en que ambos hijos varones, Alberto y William y mi hermano Heriberto (Heri) forjamos una amistad que perduraría por siempre al paso de los años unidos en la lucha por los mismos ideales y luego desempeñando cargos importantes, de capa y espada. Nuestra cálida amistad se fue fortaleciendo junto con nuevos amigos identificados con la necesidad de buscar alguna salida airosa a la situación política que imperaba en nuestro país, siendo casi un imposible vivir sin angustias y sobresaltos, temerosos de ser denunciados lo que vendría a ser funesto en una era despótica de dictadura de 30 años de gobierno del Generalísimo Dr. Rafael Leónidas Trujillo Molina.
William siempre fue “un come libro”. Vivía apegado a la lectura disponiendo de escaso tiempo para divertirse, distraerse o participar en banalidades y tertulias como venían a ser nuestras reuniones en el parque San Carlos, siendo muy distinto a su hermano menor, Alberto, que no dejaba de juntarse con nosotros cada momento y con alguna frecuencia participaba en determinadas reuniones, bastantes peliagudas, cuando sin temor a ser denunciados o detenidos nos atrevíamos a discutir y hasta maldecir esa luctuosa Era de Trujillo.
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Nos contaba William repetidas veces, lo que fue su primer encuentro con el perínclito varón de San Cristóbal, Rafael Trujillo Molina, quien hallándose en el hospital Salvador Gautier atendiendo a sus pacientes, en el momento que me encontraba cerca de la puerta de la habitación donde se encontraba un amigo interno apareció de repente el Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo quien salía de misma habitación y luego de saludarle, le invitó para que le acompañara hasta la salida del hospital, no dejando de preguntar todo lo que quería conocer de su vida.
William fue un médico excepcional, reconocido a nivel nacional e internacional, fue el médico de confianza mío y de mi familia, siempre dispuesto a atender nuestras necesidades. Con él también compartí en la dirección del Club Libanés Sirio Palestino, siendo ambos pasados presidentes, de la misma ascendencia libanesa, siempre deseoso compartir sus experiencias, cultura y valores. En él siempre encontré sabios consejos, apoyo y confianza.
William se fue de esta vida luego de sufrir una grave enfermedad que requirió suma atención y serios tratamientos médicos con colegas especialistas en Estados Unidos, donde falleció. Pero nunca se irá de nuestras vidas. Perdurará en los corazones de quienes siempre les quisimos y llegado el día fatal de nuestra partida ya quisiera, igual que él, un nuevo encuentro y disfrutar la vida eterna prometida en otro mundo desconocido.