“Hemos aprendido que (…) la única verdad, por encima y en contra de todas las miserables y pequeñas verdades de partidos, de héroes, de banderas, de piedras, de dioses, que la única verdad, la única libertad es la poesía, ese canto lóbrego, ese canto luminoso.”
Carta fechada el 19 de julio de 1969, José Revueltas dirigió las siguientes palabras a Octavio Paz
Continúo con esta serie que no es más que un manojo de recuerdos sobre la vida de mi hermano Peng Sien, un trabajador incansable por las causas que defendía desde lo más profundo de su alma. Como dije en un artículo anterior, Peng Sien tenía que trabajar para mantenerse, pero su vida estaba alrededor de su compromiso político. Defendía a los pobres, a los trabajadores, a los campesinos, a los marginados de la vida.
La experiencia de algunos miembros de los CORECATO en contacto con los grupos campesinos, hizo que sus propuestas fueran más abiertas y democráticas. Peng Sien y un grupo de dirigentes decidieron combatir a los que planteaban todavía la lucha armada. La división en la organización no tardó, como era de esperarse. Así, se crearon los llamados CORECATO DE LA BASE, entre los que estaba mi hermano, y los CORECATO DE LA DIRECCION. El nombre lo decía todo. Un elemento hermoso fue que durante el velatorio, estaban los dirigentes de ambos grupos que fueron a Santiago a rendirle homenaje a Peng Sien. Me sentí muy bien y altamente agradecida.
Durante las elecciones de 1978, los CORECATO de la Base evaluaron que Balaguer había perdido poder y debía dejar el escenario político. En un comunicado público llamaron al “Voto Crítico por el PRD”. Decían que había que votar contra el líder del Partido Reformista. La verdad es, como se sabe, que el pueblo se volcó y votó masivamente en contra de los reformistas. Ya sabemos lo que ocurrió: al ver que perdía el viejo líder, un grupo de militares tomó la JCE. Las protestas, nacionales e internacionales, no se hicieron esperar. Las negociaciones llevaron a que el Partido Reformista obtuviera la mayoría senatorial y por lo tanto el control de la Justicia.
Una vez asumió la Presidencia el presidente Antonio Guzmán, la izquierda se tiró a las calles. Los dirigentes clandestinos mostraron sus rostros y fueron llamados por sus nombres y no por sus seudónimos. Los periódicos de izquierda comenzaron a inundar a los sectores más progresistas. Se vivía la algarabía de un ambiente democrático.
Los tiempos habían cambiado. En Estados Unidos había asumido la Presidencia Jimmy Carter que tenía un discurso bastante diferente a sus predecesores. El mundo comunista se resquebrajaba. La Guerra Fría llegaba a su final, aunque seguía el conflicto con Cuba en el corazón del Caribe y cerca de los Estados Unidos. En Europa se comenzó a hacer críticas duras al llamado socialismo real, y se habló del “eurocomunismo”. Los partidos políticos comunistas de España y Francia decidieron abrirse a un proyecto diferente. La izquierda del mundo estaba siendo sacudida con una nueva realidad. Era necesario, se imponía más bien, un nuevo discurso.
En el año 1981 los CORECATOS de la Base y de la Dirección cambiaron sus nombres y crearon nuevas organizaciones políticas. Los primeros formaron el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y los segundos el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Ambas organizaciones duraron varios años hasta que en la década de los 90 la realidad se impuso, y los partidos de izquierda se desintegraron o disolvieron, salvo raras excepciones. Peng Sien estuvo hasta el final de los días del MST.
Peng Sien asumió el discurso de la democracia, pero no de la democracia excluyente, sino de la participativa. Una nueva democracia que rompiera con la ciudadanía tradicional que solo era tomada en cuenta por el valor de su voto.
Se integró a las sociedades de base, se hizo municipalista, feminista y verdaderamente demócrata, pero defendiendo siempre a los más desfavorecidos.
Sin embargo, Peng Sien entendió que la lucha social no bastaba y por eso se integró a un partido pequeño, pero que intentaba ser diferente a los partidos tradicionales. Optó por militar en Opción Democrática, el partido que creó Minou Tavárez Mirabal. Incluso llegó a ser candidato a senador. Tenía una única bandera de lucha: su bondad, su entrega y su seriedad.
Uno de sus últimos trabajos fue en el Ministerio de Trabajo. Allí durante varios años trabajó en varios proyectos, llegando incluso, hasta su muerte, a formar parte del Comité Nacional de Salarios. Y como bien decía su amada Mildred, esa posición no era remunerada, pero desde este espacio luchó por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores asalariados.
Durante estos días de despedida, hemos escuchado hermosos testimonios de gente conocida y desconocida, y todos, absolutamente todos, reconocen en Peng Sien a un hombre callado, reflexivo, responsable, trabajador incansable, vertical y muy crítico.
Peng Sien no era conflictivo, hubiese podido serlo por su experiencia de tantos años de lucha en la izquierda dominicana; asumiendo posiciones en contra de algunos sectores, huyendo en momentos de crisis; era un hombre que intentaba conciliar; sin embargo, cuando sentía que su dignidad era pisoteada, levantaba su voz y no cedía.
Militó activamente en la Marcha Verde. Fue de sus dirigentes. Levantó siempre la bandera de que ese movimiento debía quedarse así como reclamo de la ciudadanía. Estuvo en todas las mesas de la provincia en que se recolectaron las firmas del libro verde. Marchó en todas las marchas hasta que el demonio que tenía dentro se lo impidió. Durante la última marcha que se celebró el 16 de julio de este año 2017, habiendo salido de cuidados intensivos, nos dijo que quería ir a Santo Domingo aunque fuese en la silla de ruedas. Una maravillosa idea de mi marido Rafael fue que la familia que participara en la marcha llevara un cartel con una foto de él que dijera: “Yo soy Peng Sien”. Creo que la participación de los hermanos, esposos y sobrinos nunca había sido tan numerosa. Así estuvo presente en la marcha. Se emocionó cuando vio las fotos. Recuerdo que estando en la Unidad de Cuidados Intensivos pidió a uno de los dirigentes de Santiago de la Marcha Verde que se reuniera con él pues “debía saber si se habían hecho todos los arreglos”. Cumplimos con su petición. Desde la cama estaba pendiente de todas las actividades en que estaba involucrado.
A pesar de que no buscó nunca destacarse socialmente, Peng Sien era conocido, muy conocido, más que conocido. Los testimonios aparecidos en la prensa y en las redes sociales me hacen sentirme más que orgullosa de mi hermano ido a destiempo. Como me escribía Leonardo Mercedes al otro día del entierro:
Sí, un enorme vacío en mi pecho, unas ganas reprimidas por llorar es lo que he sentido durante todo el día (…) Es fuerte aceptar su partida, recordándolo en tantos momentos y sueños juntos que compartimos, siempre sereno, certero en sus juicios y dispuesto (…) ¡Qué ser humano tan especial! ¡Cuánta fortaleza y cuánta firmeza y autenticidad en su conciencia!