Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mirra de tus ternezas.
Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.
No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares. Amado Nervo, Pasas por el abismo de mis tristezas
Peng Sien Rafael Sang Ben, el quinto bate del team de pelota de Miguel Sang y Ana, el guerrero, el gladiador, el revolucionario, el demócrata, el municipalista, el esposo, el hermano, el padre, fue vencido por la enfermedad. Su cuerpo sucumbió, pero no su espíritu. Hasta el último aliento su espíritu no se doblegó ante el enemigo mortal. Aceptó su derrota ante un monstruo que crecía sin piedad en el interior de su cuerpo con dignidad y sobre todo, mucha valentía, como vivió en sus 63 años. Mi corazón está detenido desde aquel martes 20 de junio en el que nos anunciaba por el chat de los hermanos que después de un pequeño dolor, decidió ir al médico. Después de los estudios correspondientes, le comunicaron el diagnóstico: un cáncer de colón con metástasis. A partir de entonces, la familia vivió un intenso, doloroso y triste drama que duró justo tres meses. Murió a nuestro lado el 19 de septiembre de este año 2017.
Y durante esos tres meses de angustias, esperanzas, desesperanzas, recibimos calor y solidaridad de mucha gente. Peng Sien contó con el apoyo moral de sus amigos, de sus compañeros de luchas de ayer y de hoy. Su morada en Santiago y la clínica que lo recibía en sus momentos de crisis, se convirtieron en una especie de peregrinación obligatoria en la cual desfilaron amigos de infancia, compañeros de lucha, compañeros de labor, o sencillamente amigos que lo querían incondicionalmente. La enfermedad de Peng Sien se convirtió en un problema de toda la familia ampliada, no solo de su familia nuclear integrada por su eterna compañera Mildred Mata y sus dos hijos Carlos y Ada. Asumimos su situación como nuestra. Juntos nos acompañamos, juntos tomábamos las decisiones, juntos lloramos y juntos lo acompañamos hasta su último suspiro.
Los hermanos Sang Ben somos 9 y siempre seremos 9. Éramos, somos y seremos el Equipo de Béisbol de Miguel Sang, nuestro padre. Decía papá que Dios lo había bendecido con un equipo completo de béisbol. El primero al bate esPengKian Miguel, quien no se ha destacado por sus cualidades deportivas, sino intelectuales. Es para mí una de las personas más cultas y eruditas que conozco. Hace poco, unos meses, después de haber conseguido durante varios años unas cinco maestrías, obtuvo su doctorado por la Universidad de Sevilla, a pesar de que vive una delicada situación de salud. Está casado en segundas nupcias con Margarita Mejía.
La segunda al bate es mi hermana Muling Alejandra, una mujer trabajadora, madre abnegada que hoy disfruta de una justa pensión después de décadas de trabajo duro para levantar a su hija. Sicóloga y trabajadora social, es hoy una feliz mujer de mediana edad que disfruta las cosas más simples de la vida: jugar juegos de mesa, caminar y observar el entorno, cocinar, compartir con la familia. Vive fuera del país desde hace varios años. Inmediatamente se enteró de la condición de salud de Peng Sien, vino al país a acompañarlo.
El tercer bateador es Ping Jan Adriano, quien de joven llamaba la atención por su altura, su color y su pelo lacio. Era un chino apuesto. Ingeniero de profesión que se hizo abogado hace unos años. Contrario a lo fiestero que era durante su juventud, después de formar una familia con María Elisa Llaverías, ha dedicado parte de su vida a servir en las organizaciones sociales. Tenemos una gran cosa en común: nacimos el mismo día con 4 años de diferencia. Tiene tres hijos varones que aman la música y son músicos.
La cuarta es Muyien Altagracia, abogada, una mujer amorosa, fuerte, solidaria y sensible. Es, sin duda alguna, el eje de la familia. Todos contamos con su opinión. Todos esperamos que decida. Todos la amamos. Es el timón de la familia. Es enérgica, a veces primaria y explota, pero pronto reacciona. Casada con Simón Suárez, madre de dos hijas y abuela de dos nietos.
El quinto es Peng Sien Rafael, el ser más comprometido de toda la familia en la lucha por un futuro mejor. La sexta soy yo. La mujer que ama escribir y leer, que es madre por la gracia divina, esposa de Rafael Toribio y abuela de tres regalos bendecidos por Dios.
La séptima es SukYien Ana Cristina, la que más se parece físicamente a mamá. Financista de profesión, siempre anda con su calculadora a mano. Casada con Julio César Mejía, madre de tres hijos, uno de los cuales, Julio César, partió al cielo a acompañar a los abuelos con apenas 21 años. Su tema favorito es el nieto, Servando Miguel. Ahora viene Sara María que colmará sus días.
La octava es SukLang Julia, la filósofa práctica, una mujer sabia de corazón de oro, bondadosa, capaz de compartir lo poco o lo mucho que tiene. Está casada con Víctor Hernández y tienen tres hermosos hijos. Ella y Peng Sien eran muy cercanos, pues durante unos años vivieron juntos y sus hijos se criaron muy cerca.
El noveno bate es PengBian Ventura, el músico, mi chiquitín como le decía siempre. Sus hermanos somos sus fans fieles. Somos promotores gratuitos de sus conciertos y vendedores ambulantes de las boletas. Está casado con la abogada Katia Ríos, con quien procreó dos hijos, uno músico que estudia en Berklee y otra que inicia su carrera universitaria. Tiene además tres hijos mayores que viven fuera del país. La familia Sang Ben está compuesta además por nuestros compañeros y a esto se suma, además, nuestros hijos-sobrinos-nietos-esposos-novios que juntos sumamos más de 40.
No es la primera vez que la temida muerte nos visita: papá, mamá, las abuelas, Julio César y ahora Peng Sien. Todos sabemos que la muerte es una certeza que racionalmente aceptamos mientras no está cerca. Cuando llega nos golpea tan duramente que las lágrimas que provoca impiden ver el horizonte. En la lógica del Ying y del Yang que tanto abogaban nuestros padres, vida y muerte son elementos complementarios e indisolubles de la simple realidad de existir.
El doloroso proceso de ver a un ser amado disminuirse de esa manera y la impotencia de no poder hacer más es devastador. Me dolía en el alma ir a Santiago a ver a Peng Sien y ver cómo su cuerpo se autodestruía. Sonreía, lo abrazaba, y le repetía una y otra vez que lo amaba. El regreso era el espacio para mis lágrimas.
Duele la partida, duele la despedida, duele profundamente ser testigo del proceso de deterioro, ver cómo aquella persona fuerte y enérgica, se va transformando en alguien desconocido, de la que solo podíamos reconocer sus manos, sus labios y sus ojos.
A pesar de que le dijimos “Hasta luego” a Pincholo, como le decíamos cariñosamente, nosotros los hermanos Sang Ben somos y seremos siempre 9. Aunque, como ley de vida, tengamos que ir cayendo uno a uno y decirnos adiós. Seguimos en la próxima.