En Occidente, en gran medida, en las fiestas de fin de año se mezclan los sentimientos de alegría, esperanza e incertidumbre, creándose una embrujante atmósfera que más por su atribuida religiosidad es la cultura lo que nos envuelve.
En nuestra región, las presentes fiestas se celebran con la particularidad de que en Chile y en Honduras hay dos presidentes recién electos que asumirán el Ejecutivo en sus respectivos países, acentuando en ellos alegría, ilusión y naturales aprehensiones. Esa circunstancia obliga a una reflexión sobre los eventuales alcances y límites que podrían tener los procesos que se inician en esos países y el impacto que estos tendrían en sus respectivas sociedades
Además, en lo personal, me motiva a una reflexión sobre lo sucedido a algunos modelos de sociedad tanto de matriz política como religiosa, que han sucumbido ante la erosión que sobre ellos ha producido el tiempo y los tiempos, por los efectos corrosivos de otros modelos que lo sucedieron, o simplemente porque fracasaron.
A modo de ejemplo, el modelo de sociedad de las corporaciones que controlaban la producción en Europa que brindaba una suerte de seguridad a maestros como aprendices del trabajo, fue destruido por la fuerza del naciente modelo del capitalismo comercial, que a su vez fue disuelto por el capitalismo industrial el cual pasó a su etapa imperialista en varias naciones europeas y en los EEUU.
El modelo socialista soviético surgido en 1917, como resultado de sus transformaciones científicas y tecnológicas y su expansión territorial después de la segunda Guerra Mundial, en 1952 tenía casi un cuarto del total de la superficie terrestre, una tercera parte de la población mundial y un 60% de los efectivos militares del mundo.
Una economía incapaz de producir los bienes y servicios básicos para la gente y un sofocante aparato represivo que ahogaba cualquier vestigio de libertad personal en las esferas del pensamiento y la acción, la condujo a su desplome total hace exactamente treinta.
Otros modelos de parecida impronta se deshilan en sus caminos hacia su inexorable perdición.
El capitalismo, en sus modalidades imperialistas nazi/fascistas o totalitarios, ha cometido la mayor cantidad de crímenes contra la humanidad y el que más guerras ha desatado o apoyado en el mundo; capaz de producir mucha riqueza, pero irremediablemente incapaz distribuirla con equidad.
Los procesos que se inician en Honduras y en Chile no pueden soslayar esas referencias y, por consiguiente, tienen ante sí el reto de pensar en un proyecto de sociedad que, recogiendo la vocación distributiva de los modelos socialistas fracasados.
Chile y Honduras reciben estas fiestas con nuevos presidentes electos
El capitalismo ha cometido la mayor cantidad crímenes contra humanidad
Capaz de producir riqueza, pero incapaz distribuirla con equidad