II
De la Repatriación Armada al Frente Interno 1959-1960. El primero de enero del 1959, se recibió la noticia de que el dictador Fulgencio Batista, de Cuba, había escapado a “Ciudad Trujillo” al iniciar ese día, ante el empuje de la revolución encabezada por Fidel Castro desde la Sierra Maestra. La maquinaria militar-policial de ese régimen despótico se derrumbó en pocas horas y una huelga general impidió que éste pudiera reciclarse con una “Junta Militar Democrática”. Fue sin duda uno de los días más felices de mi vida, porque sentí que se abrían las puertas para la liberación dominicana, no obstante, los peligros que ello implicaba.
Luego vinieron los juicios y condenas a los sicarios batistianos, la visita de Fidel a Venezuela y los inicios de la agitación desde estaciones de radio fuera del país por la liberación dominicana, que pronto prendió en la juventud dominicana, sobre todo en las clases medias urbana y rural.
Mientras tanto, Octavio mi hermano, había terminado su entrenamiento de cirugía torácica en Europa desde enero y comenzó a trabajar en el hospital de New Rochelle del estado Nueva York; Marcio estaba desde el año anterior en Venezuela, donde trabajaba en planificación económica para el gobierno provisional de Wolfgang Larrazábal Blanco; y Magda en Colombia, donde comenzó a dar clases de inglés en la Universidad de Manizales.
Empero, tanto Octavio como Marcio acogieron el llamado que se produjo para unirse a las filas del Movimiento de Liberación Dominicana para la expedición de repatriación armada que se organizaba desde Cuba. Ambos se reunieron en La Habana en marzo del 1959, junto a los compañeros José Cordero Michel, Johnny Puigsubirá, Luis José Ramírez y otros que había reclutado Octavio en Nueva York, quienes aprobaron una Declaración de Objetivos de “Pro-Patria”, que aún hoy, sesenta años después, siguen siendo válidos para enrumbar el país hacia el desarrollo político, económico y social dominicanos.
El primero de mayo del 1959 papá fue llevado preso a la cárcel de La Victoria y yo cancelado como practicante del Hospital Padre Billini y estudiante en la universidad. Poco después recibí de Octavio un mensaje cifrado, que en base al código que yo le había enviado, camuflajeado dentro de una carta con temas familiares inocuos; en la que me informaba de la proximidad de un desembarco, probablemente por el norte del país.
Estando yo en la clínica con papá, que había sufrido de disentería y luego neumonía, estaba allí bajo los cuidados de su director y sobrino el Dr. Jordi Brossa Mejía, cuando en la mañana del 15 de junio éste nos informó que un avión camuflado como perteneciente a la Aviación Militar Dominicana (AMD), había aterrizado en el aeropuerto de Constanza con un grupo de expedicionarios y se había internado exitosamente en la Cordillera Central, dando inicio así al proceso revolucionario dominicano.
Lo que se produjo entre los días 15 al 23 de junio del 1959 fue un verdadero genocidio contra los cerca de 200 expedicionarios, la gran mayoría provenientes de la pequeña burguesía urbana y rural dominicana, con algunos extranjeros. La carnicería incluyó al bombardeo pesado de sus barcos y posiciones, el lanzamiento de bombas incendiarias, y el ametrallamiento inmisericorde de los náufragos y de los grupos que se entregaban.
Octavio sufrió una suerte que no está aclarada del todo todavía. Según algunos lugareños y militares que participaron en esos hechos participó en un encuentro el día 20 con los efectivos militares, no lejos del sitio del desembarco por Estero Hondo, en el cual el mayor del ejército dominicano Anselmo Pilarte resultó herido, quien quedó momentáneamente abandonado: lo que indujo a Octavio a curarlo como médico y dejarlo en condiciones de recibir mayores atenciones. El 22 en la noche penetró en una casa campesina, donde le dieron de comer, pero fue denunciado, apresado por una patrulla militar y herido en el hombro con un machete por un lugareño, en presencia militar. Desde allí fue trasladado a la fortaleza de Mao, donde fue curado por instrucciones de su comandante, el mayor Servando Bompensiere; y luego hacia Santiago, desde donde fue despachado en el baúl de un automóvil a la Base Aérea de San Isidro, según informa el autor Juan Delancer en su obra sobre el tema.
En San Isidro, Octavio fue conducido con los demás capturados a la prisión. Allí, Ramfis Trujillo se le acercó y pretendió desconsiderarlo en ese estado, y Octavio le escupió en la cara. Entonces, según refiere el excadete Eugenio Guerrero Pou, en su libro de testimonio del año 1996 “Yo maté a su hijo”, Ramfis ordenó que lo introdujeran en la parte trasera de su vehículo, donde fueron a parar los que nunca más aparecieron, probablemente lanzados desde un avión a la playa o al mar, como sucedió con el héroe y mártir capitán piloto Juan de Dios Ventura Simó y otros.
El genocidio de junio del 1959 produjo en la juventud dominicana en general y en los adultos de convicciones antitrujillistas, una reacción psicosocial importante. Las expediciones de la “repatriación armada” que fueron antecedidas y acompañadas de una campaña de una profusa propaganda por radio desde Cuba, Venezuela y Puerto Rico, muchos nos dedicamos a escuchar clandestinamente esas emisiones, como si con ello contribuyéramos a la caída del régimen.
En cambio, ante el fracaso trágico de ese heroico esfuerzo; lejos de crearse pánico como esperaban Trujillo y sus secuaces, muchos se dieron cuenta de que había que luchar activamente contra la dictadura y se redujo el terror hacia la maquinaria represiva de ésta.
Nuestro grupo, que denominamos “Frente Cívico Revolucionario”, inició contactos más amplios dentro y fuera de la ciudad. De entre nosotros, Luis Gómez hizo contacto con otros grupos activos en el Sur y el Cibao, encargado de promover la conspiración en la banda sur del país. Resultado de esas gestiones que se constituyó una dirección provisional para el Distrito Nacional que se reunió en un local simulado como oficina de abogados, sito en la 3ra. Planta del edificio de “La Puerta del Sol”, justo en la esquina suroeste del cruce que hacen las calles El Conde y José Reyes de esta ciudad, donde nos llegamos a reunir en dos ocasiones con lo cual nos llenó a todos de entusiasmo y esperanzas.
Para entonces redactamos una versión preliminar de un “Plan para un Programa Político” del grupo, como base teórica para orientar nuestra actividad.
El día 10 de enero del 1960 fue celebrada una reunión constitutiva de una dirección nacional en la finca de Charlie Bogaert, en Mao, Valverde, en la cual se adoptó el nombre de la organización: “Movimiento Revolucionario 14 de Junio”; en honor a la fecha de llegada de los primeros expedicionarios del “Movimento de Liberación Dominicana”, y se adoptaron como buenos sus principios. Se designó una directiva encabezada por Manolo Tavárez Justo, con Leandro Guzmán, Rafael (Pipe) Faxas, Minerva Mirabal y otros.
Sin embargo, a los pocos días, esa reunión fue delatada y los servicios de seguridad comenzaron a detener y torturar a cientos de dirigentes del movimiento en todo el país. No fui perseguido por mi participación en la conspiración, probablemente porque los que lo sabían, conocían el grave riesgo de muerte que ello suponía para mí, dado el profundo involucramiento de mi familia en la lucha contra Trujillo.
Pero ya en marzo del 1960 el grupo conspirador que se reunía en mi casa, “El Frente Cívico Revolucionario” (FCR), estaba en plena actividad.
Al mismo tiempo, el FCR aprobó un documento, del cual fui yo su principal redactor, contentivo de una Declaración, con una formulación de objetivos inmediatos y un programa político, de gran significación para la época.