El año pasado, como ya escribí en estos Encuentros, tuve la gran oportunidad de visitar de nuevo a París. Un viaje maravilloso que aproveché para actualizar mi bibliografía. Localicé el libro de Michel Certeau “L´écriture de l´histoire” (La escritura de la historia). Y al abrirlo me atrapó por su hermosa escritura, pero sobre todo por sus provocativos planteamientos. A partir de ese momento no me detuve y lo devoré con ansiedad.
¿Quién era este intelectual tan provocador y profundo? Había escuchado hablar de este gran intelectual, que fue director por varios años de la prestigiosa Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, allí donde hace más de 30 años pude beber de la sabiduría de los grandes maestros de la historia.
Certeau nació en el año 1925 en Chambéry, Francia. Murió en 1986, cuando apenas tenía 61 años. Estudió filosofía y letras. Quizás de vocación tardía, pues entró a la compañía de Jesús a los 25 años. Se ordenó sacerdote años más tarde y comenzó a escribir. Con una formación impresionante, obtuvo su doctorado en teología en la Sorbona en 1960. A pesar de haber transcurrido más de 30 años de su fallecimiento, la obra de Certeau todavía sigue siendo objeto de reflexión y discusión entre los historiadores.
No caben dudas de que Certeau, con sus ideas críticas y provocadoras, intentando hurgar por caminos distintos del pensamiento de su época, fue uno de los fundadores de la Escuela Freudiana de París, que dirigía Jacques Lacan.
Como historiador, se dedicó a estudiar la mística renacimiento clásico, pero sus mayores aportes en la historia fueron sus interesantes reflexiones de su búsqueda incesante por encontrar explicaciones sobre la historia, el devenir de la humanidad y el oficio de historiar, de escribir la historia.
Una de sus grandes obras es “La invención de lo cotidiano”, en dos tomos, fue el fruto de una investigación profunda sobre la cultura y la sociedad francesas. El primer tomo aborda subtitulado Artes del hacer, fue escrito completamente por De Certeau. El segundo, sin embargo, titulado Habitar; cocinar, fue realizado por Luce Giard y Pierre Mayol con la colaboración de Marie Ferrer, basándose en las notas del historiador y publicado 14 años después de su muerte por la Universidad Iberoamericana, el ITESO y el Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, en el año 2000.
Certeau escribía sin detenerse. Es autor, de muchas obras, entre las que podemos citar: La solitude, une véritéoubliée de la communication, con François Roustang y otros (1967); La prise de parole. Pour une nouvelle culture (1968); La possession de Loudun (1970); L’absent de l’histoire (1973); La culture aupluriel (1974); L’invention du quotidien 1. Arts de faire (1974); L’Ecriture de l’histoire (1975); Une politique de la langue. La Révolution française et les patois: l’enquête de Grégoire, con Dominique Julia y Jacques Revel (1975); L’Invention du quotidien 2. Habiter, cuisiner, con Luce Giard y otros (1980); L’ordinaire de la communication, con Luce Giard y otros (1983).
Los trabajos de Certeau trascendieron el espacio europeo. En efecto, la Pontificia Universidad Javeriana lanzó en el año 2003 la Cátedra Michel Certeau, definida como una iniciativa en torno al pensamiento del jesuita francés. Esta cátedra existe en varias universidades en América Latina, como por ejemplo la Universidad Iberoamericana de México y la Universidad Metodista de São Paulo.
Volvamos al tema inicial, que no terminará en esta entrega porque el espacio es limitado. El libro La Escritura de la historia, inicia con un prólogo fascinante. Afirma que con el llamado descubrimiento se comenzó a escribir y describir los hechos históricos desde la óptica de los conquistadores. Fue la verdadera colonización del cuerpo a través del discurso del poder. La historia del “Nuevo Mundo” se haría a partir de una página en blanco, como si antes de que llegaran los conquistadores, esos pueblos no tuviesen historias, como si no hubieran existido. Se impuso, sigue afirmando, el modo de ver, pensar y sentir de Occidente, que entonces era esencialmente europeo. “A partir de esa ruptura entre el sujeto y el objeto de la operación, entre un querer escribir y un cuerpo descrito…fabrica la histórica occidental. La escritura de la historia es el estudio de la escritura como práctica histórica”.[2]
Dice Certeau que el historiador tiene un poder grande: honra, eleva, entierra, destaca o ataca a los personajes de la historia. Una tarea difícil que tiene el historiador, afirma. Una encrucijada terrible que tiene que vivir y enfrentar el que decide escribir acerca del pasado.
Escribir la historia, dice, es la construcción de un discurso, que parte de un lugar y un suceso en un momento específico. Para construir el recuento, estudia, selecciona, delimita y elige lo que va a escribir. Afirma que hay una historicidad de la historia, que implica que el discurso se escribe en una determinada circunstancia, que puede determinar e influir el discurso.
En definitiva, plantea el autor, el discurso de la historia, es relativo, como es relativa la verdad, como es relativa la realidad misma que se intenta describir. La escritura de la historia, es, en definitiva, un libro fascinante, lleno de dilemas y problemas que los historiadores nos vemos obligados a enfrentar. Los historiadores nos basamos en fuentes primarias que son el producto de la acción humana. Escribimos intentando de entender un hecho ocurrido en el pasado, y esa escritura se permea con las preguntas, las dudas y las propias ideas y visiones del escritor.
Pero, digo yo, escribir la historia es fascinante, aunque tengamos que enfrentar esos y otros problemas. Descubrir y describir el pasado es una tarea fascinante que nos envuelve y nos hace feliz. Seguimos en la próxima.
] Michel Certeau, L´ escriture de l´histoire, París, Ediciones Gallimard, Tercera Edición, Folio Histoire No. 115, 2002, pp. 11-12. Traducción mía [2] Michel Certeau, L´ecriture de l´historie, Op. Cit. 10.